NUESTRA SALUD MENTAL. ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA
(CUADRAGÉSIMA QUINTA PARTE)
Seguramente, muchas personas podrán reconocer e inclusive identificarse con este sistema de dinámica familiar tan característico que se mencionaba la semana pasada, en el que hay una falta de integración de la pareja marital, con mucha rivalidad y competencia entre ellos como esposos y padres, con las consecuentes batallas campales maritales y familiares, en las que los equipos de padres e hijos se vuelven adversarios, y en las que estos últimos buscan congraciarse o comprar una mejor posición como favoritos del padre o de la madre, para competir así con los hermanos y obtener una mejor tajada. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que esta situación no se limita exclusivamente a la familia nuclear, es decir a los padres y a los hijos, sino que en un sistema familiar tan fuertemente amalgamado como es el mexicano, esta lucha generalmente se prolonga también a todos los demás miembros de lo que se considera como la familia extensa, como serían los abuelos, tíos y demás parentela de uno y otro lado de la pareja original. En tales casos, las batallas campales se pueden hacer todavía más intensas y feroces, localizadas en territorios diferentes que incluso pueden cambiar periódicamente, y en las que suelen participar los demás miembros de cada familia, que igualmente tienden a tomar partido hacia uno u otro lado, de acuerdo a sus diferencias y prejuicios o a sus preferencias y lealtades. Aunque pudiera sonar exagerado, la realidad es que batallas semejantes se escenifican en nuestra cultura con mayor frecuencia de la que quisiéramos pensar en este estilo de familias en las que abundan los genes y los rasgos de TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) muy asociados a los del trastorno de personalidad antisocial, en las que suelen perderse el orden, el respeto y los límites intergeneracionales, con el consecuente deterioro de una conciencia moral adecuada.
Se trata sin duda alguna de un fenómeno muy interesante, ya que este estilo de núcleo familiar como parte de un microcosmos mexicano, refleja a su vez lo que acontece social y culturalmente a mayor escala dentro de ese otro escenario gigantesco que representa nuestro macrocosmos nacional, el ambiente en el que vivimos. Sin duda alguna, se podría afirmar que ambos son recíprocos; uno se refleja en el otro como espejos que coinciden en un modelo único y semejante, en el que uno es prolongación y modelo del otro, y ambos se entrelazan íntimamente, sea en lo que respecta a las generaciones familiares, al igual que en las generaciones históricas. Obviamente, entre ambos extremos, existe una larga cadena de instituciones y de experiencias personales y grupales en las que un modelo y un sistema semejante se repite una y otra vez como si se tratara de un eco interminable o de un proceso de clonación humano que parece haberse heredado no sólo genéticamente, sino también como el producto de un aprendizaje pertinaz que a través de su continuidad se llega a convertir en hábitos y costumbres de al menos quinientos años de edad. Es así, como igualmente se pueden identificar, observar y examinar fenómenos semejantes a todos los niveles de nuestras instituciones nacionales, empezando por las instituciones educativas lo mismo públicas que privadas, desde los niveles de guarderías y jardín de niños, hasta los niveles superiores de licenciaturas y de postgrado, pasando por las secundarias, las preparatorias o las escuelas técnicas. Si pensamos que en todos estos sitios laboran hombres y mujeres que poseen tales rasgos de TDAH y de personalidad antisocial, que provienen además de sistemas familiares como los que se han mencionado y en los que han recibido tal tipo de herencia y experiencia educativa primaria, la lógica nos indica que habrá en ellos una tendencia a repetir y a revivir aquello que han recibido: eso que llevan en sus genes, en sus vivencias y en el aprendizaje básico de los primeros años, o que aún siguen recibiendo o practicando ellos mismos en sus propios hogares y familias. Pero además de estos adultos específicos que laboran ahí, sea con puestos administrativos o académicos, existe también un cierto porcentaje de la población de estudiantes como niños, niñas, adolescentes o adultos jóvenes que provienen igualmente de sistemas familiares con características semejantes, quienes fácilmente podrán conectarse con ese modelo típico de los adultos que les reflejan genes y vivencias semejantes, con quienes lograrán identificarse y funcionar como un sistema parecido al de su núcleo familiar (Continuará).