VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA
Desde la época de los faraones en Egipto o aún antes, y siguiendo la historia de la humanidad y de las diversas culturas que se fueron desarrollando y desapareciendo a través de los siglos, el concepto de las dinastías familiares reinantes, ha prevalecido como un concepto sumamente vital y creíble para explicar y justificar el predominio, la sucesión y el alto nivel de poder de tales gobernantes, considerados como descendientes y representantes únicos de los dioses (en el caso de las religiones politeístas) o de un único Dios Supremo (en el caso de las religiones monoteístas como ha sido el cristianismo). En esa forma, y a través de un poder totalitario en mayor o menor grado, se mantuvieron en sus posiciones superiores frente a la ignorancia, la sumisión, la superstición y la aceptación de tales designios de parte de sus pueblos, quienes efectivamente los obedecían y los veneraban como parte de una herencia cultural, religiosa y altamente natural que así lo designaba por muchas generaciones. Todavía hasta hace no tantos años en Europa, o aún en el presente, existen países en los que las familias reinantes siguen siendo parte de un sistema gubernamental y administrativo, aun cuando más bien se les han otorgado papeles e imágenes preferentemente decorativas que sirven para mantener las tradiciones de aristocracia y de realeza que tales culturas requieren y valoran como una especie de "status quo" que se ha venido arrastrando a lo largo de los siglos, y que precisamente representa un rasgo fundamental para ellas.
La importante herencia española en la historia de la conquista y la colonización de las tierras del continente americano, que aconteció precisamente en esos momentos de cambios y de crisis políticas en lo que otrora fuera el poderoso e invencible imperio de la familia de los Habsburgo, en el que "nunca se ocultaba el sol", para virar paulatinamente de dirección hacia esa nueva dinastía familiar de los Borbones, aparentemente más débiles y vulnerables para portar la corona, condujo a repercusiones sumamente importantes en todas las diferentes direcciones en las que se ramificaban los virreinatos americanos, que uno tras otro terminaron por luchar y obtener su libertad y desenlace como colonias, para finalmente separarse de la Madre Patria y formarse como naciones "supuestamente" independientes desde principios del Siglo XIX, hasta el presente. A pesar de ello, es importante tomar en cuenta, los destellos históricos que se han dado en México ya constituido como país independiente, en la búsqueda del restablecimiento de una monarquía con Iturbide, con los Habsburgo mismos en la figura de Maximiliano de Austria, e inclusive en los intentos de sucesión de varios presidentes que desde el Siglo XIX y aún hasta el presente Siglo XXI, parecen seguir luchando por restablecer una vez más ese estilo de sistema hereditario de dinastías familiares de gobernantes, designados o no por Dios. Parece increíble que todavía dentro de nuestro postmodernismo actual o de como queramos llamarle a esta época en que nos encontramos, existen familias que desde lo más íntimo y profundo de su inconsciente o de su consciente parecen seguir soñando en restablecer ese sistema dinástico de castas de nobleza privilegiadas, de alta realeza ungida por la gracia y la mano de Dios, cuyos designios son aquellos de gobernar eternamente a los plebeyos y a las demás castas inferiores, en una especie de regresión histórica por medio de la cual fuera posible revivir espejismos, fantasmas y escenarios del pasado. Y sin embargo, lo hacen y lo han hecho de todo corazón, y lo hemos estado viviendo a todo color lo mismo en los niveles municipales, estatales, o federales que en las secretarías, en las cámaras, en los sindicatos, en los puestos de mayor o de menor alcurnia, en los que la voracidad del nepotismo y la búsqueda de acomodar a los familiares sea como trabajadores reales o como "aviadores", sirve para repartirse el botín y mantener vivo ese sistema dinástico de castas en el que se hereda la sucesión de unos a otros infinitamente, con toda la dependencia, la imagen, la rapacidad, el poder en mayor o menor grado, así como los privilegios cada vez más altos y costosos que se heredan y que desgraciadamente, ni siquiera alcanzan a ser saciados del todo, ante esa eterna voracidad y ese anhelo "por tener todavía más", de frente a un seno materno que se debilita y se seca, y que nunca llega a ser suficiente (Continuará).