VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA
Seguramente que nos podemos sentar a divagar, a reflexionar y a cuestionarnos sobre cuáles son las consecuencias ahora o a largo plazo de un sistema tan poco claro, desordenado, ilógico e indeciso que cambia de una a otra dirección constantemente como una especie de navío que parece haber perdido su rumbo. ¿Cómo es posible manejar o controlar esa masiva infiltración de agentes patógenos portadores de genes y rasgos tan variados en nuestro sistema administrativo público; un sistema que se reproduce en forma cada vez más numerosa y poderosa hasta convertirse en una importante casta burocrática, sin que sepamos hasta qué punto es verdaderamente indispensable o necesaria, sobre todo cuando aprendemos que un buen porcentaje de ellos reciben en muchas ocasiones sueldos, prestaciones y beneficios mayores a los que suele recibir el trabajador común y corriente mexicanos que se encuentra fuera de tal sistema, y que parece estar discriminado al carecer de tales dividendos. Todavía aún más interesante es el descubrir por otro lado, que muchos de estos agentes patógenos son capaces de trabajar jornadas de tiempo completo en dos, tres o hasta cuatro instituciones al mismo tiempo, cada semana y con duración de meses o de años, lo que verdaderamente nos inclina a maravillarnos y admirar semejante capacidad de levitación para transportarse espacialmente de un sitio al otro, o esa increíble habilidad de prestidigitación para aparecer y desaparecer molecularmente en varios sitios a la vez y lograr cumplir con las tareas de cada posición(¿). Es realmente asombroso el hecho de que tantos mexicanos hayan aprendido en sus hogares y posean desde tan temprana edad semejantes competencias y destrezas, adelantándose inclusive a nuestro revisado y renovado sistema educativo actual, que precisamente pregona y exalta la enseñanza y el aprendizaje de competencias y destrezas. Asimismo, hemos aprendido además con la experiencia de los años, que cada trienio, sexenio o como se le intente llamar a cada período administrativo según los colores y los ánimos de moda, existe también un muy buen porcentaje de este tipo de agentes patógenos con destrezas diferentes, quienes se encuentran en las nóminas y sin siquiera levitar, son capaces de presentarse cada quincena a cobrar su cheque en la dependencia correspondiente, a pesar de que el resto del período se mantuvieron impasibles e invisibles sin siquiera hacerse presentes para saludar o para fingir que ocupaban el puesto que supuestamente les correspondía para devengar ese sueldo. Naturalmente, que al igual que sucede en todas las empresas y las gubernamentales no son la excepción, tenemos que admitir la existencia de ese otro porcentaje de empleados y trabajadores, a quienes verdaderamente les podemos llamar trabajadores, puesto que desempeñan sus labores con mayor precisión, rapidez y eficacia ya sea internamente en los puestos que les corresponden o hacia al exterior, en su atención al público, a todos nosotros, aquellos quienes tenemos que recurrir de sus servicios, especialmente para llevar a cabo nuestro trabajo o cumplir con nuestras obligaciones.
Sin embargo, uno se pregunta en el fondo, especialmente cuando revisamos la historia de lo sucedido en otras sociedades burocráticas, qué tan necesario es ese abultamiento cada vez mayor de la burocracia en nuestro país, en un sistema social que tiende a proclamar en cada nuevo período de reformas, los favores, los beneficios y las felicidades de la facilitación de estos procesos organizacionales a todos los niveles, sea que les llamemos municipales, estatales o federales, cuando contradictoriamente nos damos cuenta que se tornan cada vez más opresivos, oscuros, complicados y repletos de círculos, rincones y vericuetos, en los que es muy fácil perderse y cuestionar la lógica y la sabiduría de tales criterios. Y todavía más aún, tenemos que preguntarnos cuál es el costo de este ejército de miles o millones de empleados que a nivel nacional siguen llenando las filas de este nuestro sistema maternal o paternal que acoge y mezcla amorosa e indiscriminadamente células sanas y agentes patógenos. ¿Qué tan ricos somos como sociedad, y hasta qué grado, tendremos la capacidad, la flexibilidad, la fuerza, la constancia, la paciencia y la solvencia económica para sufragar ese cada vez mayor derroche económico, en el que se mezclan paralelamente los gastos reales, los fraudes y los beneficios excesivos por no trabajar? (Continuará).
Por: Dr. Víctor Albores García