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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA

Estamos en los últimos días de un año más, no simplemente un año más, sino un año 13 cual sea el significado que tal número represente para muchos, sea para quienes lo veneran o para quienes lo rechazan. Para bien o para mal de unos y de otros de acuerdo a las experiencias vividas, se termina pues el 2013, este nuestro primer año de la era moderna, un año privilegiado y principesco para el país, que naturalmente intenta sobreponerse primeramente de tal sorpresa retroactiva, que nos lleva a cuestionar el futuro y sus consecuencias frente a los elementos históricos y tradicionales tan sobradamente conocidos y aprendidos. Se cuestionan las ventajas, e inquietan las privaciones que traerá consigo, especialmente ante una avalancha de cambios que se presentan aparentemente no muy planeados ni organizados, además de ser poco comprensibles para una sociedad que difícilmente está preparada todavía para imitar y ejecutar los sistemas más desarrollados de los países del primer mundo, a pesar de nuestro afán presuntuoso e impulsivo que aceleradamente busca tales imitaciones de modelos que nos quedan grandes, en lugar de investigar más a fondo lo que realmente se adapta a nuestra talla y a nuestras medidas. Parece ser que es así como nos presiona e impulsa este fenómeno de globalización, al cual responden obedientemente nuestros tecnócratas, muchos de los cuales funcionan posiblemente en ese esquema idealizado del macrocosmos mexicano, en el que sin embargo, se esconde paralelamente tanto en la oscuridad de sus rincones, como en la claridad y transparencia de los puestos y las oficinas mayores y menores, ese conglomerado de genes delictivos y corruptos que siguen formando parte de nuestro macrocosmos, sin importar que tan "civilizados" estemos, ni hasta qué niveles hayamos logrado imitar a los países ricos. Surge entonces la pregunta: ¿de qué tan civilizados o tan primitivos nos encontramos en nuestros niveles actuales?, ¿y dentro de este macrocosmos, quiénes están destinados a recibir los privilegios especiales y quiénes son rechazados o mantenidos al margen?

Habitamos y experimentamos esa combinación de macrocosmos y de microcosmos en nuestro país y nuestra cultura. Hasta cierto punto, estamos más conscientes de nuestra posición y de la forma en que podemos actuar al nivel del microcosmos personal y familiar, pero es bastante incierto y difícil de vaticinar lo que sucederá con nuestro macrocosmos, en el que no se perfilan muchos cambios favorables, sino que más bien siguen surgiendo las señales inequívocas y generalizadas de desasosiego, descontento, inquietud, estremecimiento e incertidumbre, aún a pesar de esos grandes espacios silenciosos que nos caracterizan, pero que nos hacen preguntarnos hacia dónde nos estamos dirigiendo como sociedad y como pueblo, en un mundo que también está cambiando radical y rápidamente.

Para algunos, el 13 es un número de mal agüero, de mala suerte, que representa magia, superstición y oscuridad. Los laguneros coahuilenses tenemos que pensar lo que ha significado, o lo podemos verificar físicamente como un año más de desilusión y desesperanza, cuando deambulamos y nos enfrentamos a una ciudad desvencijada, deteriorada, agujerada y maltratada no sólo en sus calles y en sus servicios urbanos, sino en todos los sentidos, con una nueva y millonaria deuda que tendremos que pagar a largo plazo, como acostumbramos en Coahuila, pero que al menos estaremos iluminados por ese enorme faro de luz que nos vigila desde la plaza mayor, mientras paguemos los nuevos aumentos de impuestos, cobijados por un verdaderamente primoroso y artísticamente iluminado pinote de Navidad, con el recuerdo melodioso de los festivales musicales que han inaugurado la plaza aún antes de terminar el edificio.

Así pues, el micro y el macrocosmos se mantienen conectados con lazos firmes e indivisibles, que sellan nuestra identidad y nuestra pertenencia y plantear y conformar así nuestro actual sistema sociocultural mexicano, ese sistema en el que hemos nacido y en el que vivimos. Se termina pues el 2013, y estamos a punto de iniciar el 2014, y quizás al igual que año tras año, y haciendo a un lado las desilusiones, las mentiras, las falsas promesas, los tropiezos y la presencia de tantos agentes patógenos, escrutaremos el firmamento cándida y esperanzadoramente, imaginando que lucharemos por tener una mejor ciudad, un mejor sistema de vida, con mejor educación y respeto, con mejores oportunidades y aciertos y un mejor futuro en general, porque simple y sencillamente intentaremos funcionar como mejores seres humanos (continuará).

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