La muerte de dos jóvenes, Alfredo David y Diego Alejandro, de 20 y 21 años de edad, nos trae brusca y tristemente a la realidad. La percepción de que la violencia está bajando queda una vez más bajo cuestionamiento. Es urgente obtener resultados de la nueva estrategia de seguridad.
La atención sobre la muerte de estos jóvenes ha sido muy intensa debido a que sus padres son los periodistas David Páramo y Martha González Nicholson. La situación es similar a la que se generó con el homicidio de Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta y activista social Javier Sicilia, en marzo de 2011. Cuando un personaje conocido es víctima o pariente de una víctima del crimen, la atención de los medios se multiplica. Las víctimas dejan de ser simples estadísticas y se convierten en personas de carne y hueso con los que la gente puede identificarse.
La percepción de seguridad pública que mide el Inegi muestra, en contraste, una mejoría importante: de 98.9 a 108.9 entre marzo de 2012 y el mismo mes de 2013. Es un alza de 10.1 por ciento. Los mexicanos se sienten más seguros hoy en lo personal y en su comunidad, y tienen mejores expectativas sobre la seguridad en el futuro, que hace 12 meses.
Algunos piensan que este mayor optimismo es consecuencia de que la situación de seguridad está mejorando. El secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong anunció el 10 de abril que en los cuatro primeros meses del gobierno de Enrique Peña Nieto se registraron 4,249 homicidios dolosos vinculados al crimen organizado, 17 por ciento menos que en el último cuatrimestre del gobierno de Felipe Calderón.
Es difícil saber, empero, si estas cifras marcan una tendencia. La información sobre seguridad sigue siendo poca y mala. La página de Internet del Sistema Nacional de Seguridad Pública no presenta información actualizada desde hace mucho tiempo. La PGR ofrece datos estadísticos hasta septiembre de 2011. Las cifras que buscan dar a conocer solamente los homicidios vinculados con el crimen organizado, por otra parte, son cuestionables ya que dependen en buena medida de cómo se define esta relación. La verdad es que un homicidio es un homicidio esté o no vinculado con el narco.
De lo que no hay duda es que el presidente Peña Nieto ha cambiado la política de comunicación en materia de seguridad. Ya no tenemos el cotidiano desfile en las pantallas de televisión de detenidos esposados, con chalecos antibalas y custodiados por policías encapuchados con armas largas. No tenemos tampoco la lluvia de spots que nos decían que tales y tales grandes capos del narco, identificados con nombres y alias, habían sido capturados.
Tengo la impresión de que también los medios de comunicación han reducido su cobertura sobre hechos violentos, ya sea por decisión propia o porque reciben menos información de las autoridades.
No obstante, homicidios como el de Alfredo David y Diego Alejandro Páramo González, o el anterior de Juan Francisco Sicilia, quizá porque son hijos de personas famosas, nos obligan a darnos cuenta de que la violencia sigue siendo muy grave en nuestro país. Quizá no son homicidios que tengan que ver con "rivalidades delincuenciales", para usar el término de la PGR, pero eso no significa que las muertes sean menos dolorosas.
Todas las víctimas de homicidios son hijos, padres o hermanos de alguien. Toda vida humana es importante. Y según las últimas cifras oficiales del Inegi, México sufrió 27,199 homicidios dolosos solamente en 2011. Es una tragedia.
RICOS LÍDERES
La riqueza del líder petrolero Carlos Romero Deschamps y de sus hijos, así como de la expresidenta del sindicato magisterial Elba Esther Gordillo, no debe sorprendernos. Tenemos un sistema hecho para enriquecer a los líderes sindicales. Pero bajo el argumento de la autonomía sindical, se ha impedido hasta ahora cualquier reforma de fondo de este perverso esquema.
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