La guerra civil en Siria ha vuelto a despertar el poderío militar de EU. Barack Obama hoy se encuentra precisamente explorando la posibilidad de un ataque militar contra el régimen de Assad debido a que lo acusa de haber usado armas químicas contra la población civil, mientras que un nutrido grupo de legisladores, así como un sector de la sociedad civil, aún pequeño pero ruidoso, intenta detener el uso de la fuerza militar estadounidense e incluso hay demandas para que el comité Nobel le quite el premio de la paz que le otorgó a Obama en 2009.
Siria se ha vuelto pues un nuevo caso que invita a reflexionar por un lado a los expertos en política exterior de EU, a los que saben del sistema político de ese país, a quienes tratan temas de multilateralismo y a expertos en Medio Oriente, principalmente. En efecto, puede analizarse la crisis siria desde distintos ángulos, ya que surgen nuevamente las preguntas clásicas de ¿hasta dónde puede el presidente de EU extender su poder? ¿Cuándo se justifica una intervención militar de EU sin el aval de Naciones Unidas? ¿Qué pasaría si se derroca al régimen de Assad en el ajedrez geopolítico del Medio Oriente? ¿Cómo cambiaría la influencia de Rusia en la zona? ¿Es exagerado decir que hay una nueva Guerra Fría cuyo terreno hoy es Siria? ¿Castigar militarmente a Siria por el uso de armas químicas equivale a una "guerra justa"? En fin, preguntas todas relevantes y que invitan a la reflexión.
Me detengo en el análisis del Estado y en particular en el de EU porque es el aspecto que considero el más relevante en este momento de la discusión. Ya habrá oportunidad de abordar los otros temas.
Obama es el presidente número 44 de la historia EU y al igual que sus predecesores hoy se enfrenta a interpretar lo que dice la Constitución de su país en su artículo II, dedicado al Poder Ejecutivo, y que lo nombra Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, pero que le da al Congreso la autoridad para declarar una guerra. En otras palabras, Obama se enfrenta ante el candado institucional que hace casi 230 años idearon los llamados Padres Fundadores de EU al crear tres poderes que compartirían prerrogativas y que se supervisarían mutuamente para impedir que alguno de ellos dominara a los demás, los checks and balances.
En esos dos siglos y medio la presidencia ha ido ocupando un papel central en el sistema político estadounidense y los hombres que la han ocupado han ensanchado los poderes más allá de lo que dicta la Constitución. Teóricos como Rossiter, Neustadt, Kernell, Skowronek y Schlesinger han estudiado precisamente esa tensión entre Ejecutivo y Legislativo en materia de poderes de guerra y concluyen que en política exterior el Ejecutivo tiene todas los incentivos para dominar al Congreso y usar el poder militar de su país, aún sin autorización legislativa. De hecho, sólo en 11 ocasiones el Congreso ha declarado la guerra - la primera contra GB en 1812 y la última contra Rumania en 1942.
Todos los demás conflictos armados en los que ha participado EU desde el fin de la II Guerra Mundial han sido sin declaración formal de guerra y el presidente lo ha justificado tomando como ejemplo las decisiones de presidentes anteriores, la propia tradición de las doctrinas de política exterior, a través de órdenes ejecutivas o con una autorización limitada de uso militar por parte del Congreso, como lo busca Obama en estos momentos y como avanza desde ayer en una propuesta de autorización legislativa en varios comités del Congreso estadounidense.
Si bien un 51% de los estadounidenses se manifiesta en contra de una intervención militar en Siria y sólo un 36% la apoya, según Gallup, lo cierto es que en las calles aún no se ve la oposición a un conflicto armado, como sí se vio en 2003 cuando miles salieron a protestar por la invasión de Bush a Irak. La razón es evidente: en Irak se planeaba el derrocamiento de un jefe de Estado al que se acusaba, sin pruebas convincentes, de la posesión de armas de destrucción masiva; en Siria hay el mensaje reiterado de que se hará una operación militar limitada, sin permanencia en suelo sirio y se promete que no se busca un cambio de régimen.
Al final, todo parece indicar que si falla la propuesta rusa de última hora para controlar y desmantelar el arsenal de armas químicas sirio, sí habría una operación militar estadounidense en Siria, aún sin el apoyo británico, su aliado más importante. John Kerry ya ha dicho que una veintena de países condena a Siria por el uso de armas químicas y el Departamento de Estado ha iniciado una labor de convencimiento a la opinión pública estadounidense.
En otras palabras, Obama está probando los límites del poder presidencial tal y como están en la Constitución de su país, al tiempo que no busca una acción militar sin antes darle una oportunidad a la diplomacia y sin intentar convencer también a la opinión pública de su país. Ya hay un nutrido grupo de los duros de la política exterior que están recriminándole a Obama lo que perciben como una debilidad del Ejecutivo, pero Obama está demostrando que no es George W. Bush y que se ha movido mucho del unilateralismo belicoso de éste.
Politólogo e Internacionalista
Twitter @genarolozano