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YAMIL DARWICH

La UNESCO, denuncia sobre la responsabilidad social: "La Educación superior debe no sólo proporcionar competencias sólidas para el mundo de hoy y de mañana, sino contribuir además a la formación de ciudadanos dotados de principios éticos, comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia".

Agrega: "Los criterios de calidad deben reflejar los objetivos globales de la educación superior, en particular la meta de cultivar en los alumnos el pensamiento crítico e independiente y la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida. Dichos criterios deberían estimular la innovación y la diversidad. Para garantizar la calidad de la enseñanza superior es preciso reconocer la importancia de atraer y retener a un personal docente y de investigación calificado, talentoso y comprometido con su labor, lo cual exige establecer mecanismos que eviten la proliferación de "proveedores espurios" (fábricas de diplomas) que constituyen un grave problema de la realidad actual de la educación superior".

Con esos antecedentes, sumando la baja calificación y posicionamiento que tenemos en educación, -de acuerdo con la OCDE nuestros niveles son menores a Chile y Brasil- es de esperar que los gobernantes intenten responder con estadística marcada como prioritaria.

Somos "mexicanos surrealistas", como nos definiera André Bretón; buscamos respuestas acomodadas a los intereses de líderes y partidos políticos, no las convenientes y necesarias.

El planteamiento que hacen los políticos es simple: si debemos incrementar nuestra eficiencia en educación terminal -graduados de educación básica, media superior y superior- entonces, dediquémonos a titular gente. Así empezó la "guerra de las estadísticas", donde todos hablan de cantidad y descuidan evaluar calidad.

En el camino aparecieron los negociantes, quienes dándose cuenta de la necesidad política, encontraron un filón para explotar y tener ganancias importantes, infestándonos con comerciantes de la educación, parásitos que están ganando dinero amparados en las vaguedades de las leyes de educación.

Así conocemos ofertas: "¡gradúese de abogado en tres años y asistiendo a clases sólo los sábados!"; "¡Estudia a distancia y en sólo cuatro cuatrimestres recibe un título de licenciatura con RVOE". Y ni qué decir del tráfico de documentos apócrifos.

Desafortunadamente, hay ingenuos que caen en el truco y obtienen una "patente de corso" que, como desempleado, sólo le servirá para colgarla en la pared con un marco bonito.

Con esa farsa y autoengaño, las estadísticas de México crecerán y podremos anunciar triunfalmente falsos resultados.

Otros, también cínicos, ofrecen ambientes festivos, de confort y relajamiento para atraer comodinos, con la anuencia o sin ella, de padres poco aplicados a la tarea.

Pero el daño es aún más grave y aún no lo llegamos a ponderarlo en toda su dimensión.

En el nivel personal, hay un porcentaje de laguneros estafados con un servicio que no les remunerará; son personas engañadas que sólo descubrirán la tranza cuando enfrenten al feroz mundo laboral internacional; algunos, con deudas importantes, descubrirán que comprometieron gravemente su futuro.

El daño en la competitividad a nivel nacional es grande: muchos habrán engrosado el número de desempleados y además vivirán un estado de inconformidad que se reflejará en la vida social; se sentirán, con justa razón, agraviados por el sistema y serán material dispuesto para el subempleo o empleo informal, sin pagar impuestos; otros llegarán a vincularse con los grupos delictivos, buscando una salida a su desesperación económica. Los delincuentes lo saben y lo aprovechan.

El problema no termina ahí. Las instituciones educativas que intentan ser eficientes en su labor académica, sufren la competencia desleal; algunas, a fin de ser competitivas, disminuyen sus estándares de calidad y todas ajustan presupuestos, cerrando o castigando fuertemente las cuentas de investigación y desarrollo en detrimento de la calidad terminal de los futuros profesionistas, quienes deberán representarnos en la gran competición mundial en temas de investigación, industria y comercio.

Los jóvenes estudiosos y más previsores, -si pueden hacerlo, persiguiendo un ambiente propicio para su desarrollo humano- buscan alternativas en el extranjero, incrementando la "fuga de cerebros"; ellos, difícilmente regresarán.

Desde luego que las instituciones educativas del estado están temporalmente blindadas, gracias a los subsidios recibidos; aunque todas ellas enfrentan otros peligros del tipo laboral, que agreden a la calidad académica.

Lo grave es que los parásitos de la educación mexicana cuentan con nuestro desgano y desinterés para combatirlos; tal vez por la necesidad económica aceptamos sus ofertas educativas engañosas o la falta de orientación de los muchachos, que aún son atraídos con fiestas y presentaciones de cómicos.

Nuestras desventajas en mano de obra calificada, directivos, líderes de producción e investigadores competitivos, desarrollo de tecnología propia y competitividad internacional, seguirán afectándonos y al alza. En tanto, tal vez resistamos otro sexenio sin cambiar de fondo, porque aún no contamos con la posibilidad de romper ese otro círculo vicioso mexicano. ¿Qué le parece?

ydarwich@ual.mx

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