Se los he dicho las últimas cinco navidades: pongamos mesa de regalos. Ay, no, qué insensible, me dijeron en coro todas las mujeres habidas y por haber en mi familia, como si no fuera más peor -parafraseando a Raúl Velazco- ver cómo acaban en el basurero tantas aguas de colonia indeseadas, todos esos accesorios aberrantes y una gran cantidad de artículos endemoniados cuya hechura quema en las manos apenas acaban de gritarle a uno "¡que lo abra, que lo abra!".
"Con la intención basta", repiten de loro miles de personas, pero sé que en sus adentros piensan cuánto es mejor brincarse a la acción y palpar esa Tablet tan deseada, observar cómo se materializa ese IPod inalcanzable o ser capaz de tentar el Kindle en su más reciente versión. A ver, traten de llevar su presentación de trabajo, escuchar cinco mil canciones o leer la última edición electrónica de Carl Sagan en la intención de su mejor amigo. No, no se pudo ¿verdad?
Es con todo respeto lo anterior, no pienses mal tía: sí me gustó la bufanda verde con mechas anaranjadas. Pero acudir con un presente capaz de llenar vacíos en las vidas otras será algo inmarcesible, tanto para la mente como, por ejemplo, mi escritorio desnudo de lap top; es un decir.
Con los deseos sucede lo mismo. Nada más se dan las 00:00 horas en el último día del año y todos se prodigan abrazos y sentencias como: espero que este año se te haga con Lupita, que Toño te dé el trabajo y ganes en el raspadito el premio mayor. Vamos, vaya usted a saber si en realidad él quiere un raspadito con Toño, su premio mayor, para ganárselo a Lupita.
Luego las mamás, ellas son tan sensibles y emocionales. Mi vecino acabó con el psicólogo este día primero porque su suegra deseó que el próximo fin de año lo pasaran igual de unidos… y él hace cinco años quiere mandarla a vivir con alguna cuñada y nada que se le cumple.
Una amiga mía fue muy lista, tolerante y considerada con todos los cercanos: deseó que cada quien se la pase como le dé la gana. ¡Qué bien! Claro está, si la sociedad se lo permite, porque hay un montón de adolescentes buscando ver entrar el año en un antro, pero existen otros tantos padres llorando a mares porque desean verlos en casa de la abuela, como los últimos 15 años. Ahora bien, si narrara los deseos crecidos en millones de maridos para celebrar fecha tan importante, seguro me censuran este artículo y eso no es bueno para mí.
Sólo un deseo voy a patentizar en este sitio: que ustedes deseen que yo desee seguir escribiendo para alentar sus deseos.
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