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ORDENANDO EL CAOS

NO TE CREO MUCHO

Dalia Reyes

La incertidumbre describe a nuestra época. Una se duerme convencida de haberse puesto al día en cosa cualquiera, pero amanece descontinuada, obsoleta e inservible. No, señor, estoy hablando de tecnología y sociedad, la anatomía humana es tan fiel e inmutable como la noche.

Quienes saben mucho de eso, ponderan la rutina en la educación infantil, pues eso les aporta seguridad para dedicarse al juego, el aprendizaje autónomo, la autosatisfacción, el avance, en fin, todas esas cosas que cualquier padre busca lograr en sus chiquillos. Pero, dígame usted, cómo vamos a proporcionarles una rutina cuando cada día amanecemos con un nuevo plan de sobrevivencia.

A menudo, debo confesar, me siento como si fuera una profe en la época revolucionaria. Ya me imagino a la maestra Lupita, en servicio de 1910 a 1930, borrando y desborrando en las pizarras los nombres de nuestros presidentes: "A ver, niños, una plana de Porfirio Díaz… no, mejor escriban Francisco I. Madero… perdón, era Venustiano Carranza". Algo parecido acontece en nuestros días con las cosas y las personas; digamos que nos volvimos por demás efímeros.

En lo que a aparatos refiere, si nos descuidamos un poco, causaremos en los hijos un síndrome de frustración digno de internamiento: nos piden para Navidad cierta tablet, cuya entrega posponemos al cumpleaños, y entonces resultó que el artefacto de marras ya es cosa de los abuelos y nuestro vástago debe de pasar por la pena, ante sus compañeros, de mostrar el purulento armatoste que sus padres incomprensivos tuvieron a mal obsequiarle.

Ahora bien, si como progenitores nos ponemos en onda para tratar de entender su música con todo e ídolos, cuando intentamos los pasos del gangnam style, ellos ya lo sepultaron y tararean un tema de cierta serie cuyo nombre ni siquiera podemos pronunciar.

La cosa es que las personas también pasamos de moda. Hay un bombardeo de comunicación masiva en donde padres, políticos, sacerdotes, profesores, en fin, pasamos de ser indispensables a perniciosos, como el café, la leche y otros alimentos, cuyas conveniencias están en juego según la empresa que cotice más en la bolsa de trabajo. Dicen que la pirámide alimenticia la hizo Bimbo; saquen ustedes conclusiones.

Debo decir que la rutina no sólo da seguridad a los chiquitos, también los adultos necesitamos tener una idea, aunque sea difusa, de lo que va a suceder esta tarde, mañana, el próximo mes. Sin embargo, a estas alturas, no sólo debemos mantener nuestras aspiraciones en un bajo perfil, sino fabricar la necesaria programación -con tan pocos materiales- para poder otorgarles una oportunidad de paz a los chicos quienes, aunque lo deseen, no pueden hacerse un mapa de vida muy claro, porque la realidad les pisotea demasiados proyectos.

dreyesvaldes@hotmail.com

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