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ORDENANDO EL CAOS

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Dalia Reyes

Estimado don José Manuel Blecua: Hágame usted el grandísimo favor de dar mis saludos a su majestad, el Rey don Juan Carlos I, a quien no me dirijo con este asunto pues, asumo, estará cazando algún animalillo en su bosque personal o callando presidentes en cumbres mundiales cuyo cometido no puede recordar. No olvide saludarse usted también.

Siendo usted la encarnación divina del verbo, es decir, el director de la Real Academia Española, dueño y señor de las palabras que osamos proferir los maniáticos y concupiscentes hispanohablantes, planteó asunto tal que, seguro, le ha quitado el sueño más de una noche.

No se sienta mal, las cuestiones de la tecnología involucrada con el lenguaje han sido cosa de Señor y Dios mío desde Gutenberg y lo que le siguió. ¿De dónde vendrá ese miedo ancestral de las palabras ante la máquina? Será, supongo yo, a reserva de su mejor opinión, el hombre vuelca el pavor propio en los devaneos de las letras.

Si me disculpa, y antes de que encienda la pira, yo no estoy en contra de que los muchachos se adentren en los vericuetos de la tecnología cibernética. Pero no me crea una descocada de porquería, tengo mis razones muy bien vistas y desvestidas; si sirve como referencia, he exorcizado a no menos de 500 muchachos escuelantes a lo largo de mi vida. Fíjese lo que descubrí: no es el demonio lo que llevan dentro sino la Internet con todo y su Wikipedia.

Ésta última, bien lo sabe, es la razón por la cual, quienes lidiamos con la escritura de los estudiantes, tenemos a la mano, ristras de ajos, espejos y cruces benditas a fin de librar a esos inocentes de semejante y fatal influencia, al menos eso me enseñaron algunos mentores. Sin embargo -perdóneme la veleidad- la he descubierto por demás útil y ventajosa.

Resúlteme que debí bajar a los vahos de la estigia Wikipedia a fin de consultar algo muy a la mano -con plan de confesarme este domingo, aclaro- y encontré cómo en sus devaneos textuales me llevó de la mano de un círculo a otro; verbigracia: si uno consulta Real Academia Española, en el camino nos mostrará las veredas para llegar al concepto de lenguaje, éste, a su vez, de pensamiento y, más allá, de ideas; así hasta el infinito.

¿Podrá creerlo, señor mío? Tal como uno debe de leer en papel, diccionario en mano para remitirnos a llenar todas nuestras ausencias literarias, está puesto de la forma más llana y directa en ese espanto Wiki. Es más, y eso sí lo asumo como pecado cuya penitencia pagaré, hasta me divertí navegando de un lado a otro entre la telaraña de la obsesión virtual y tomé con tarea laborar frente a mis niños con esa herramienta tan disponible y gratuita. (Deseo no le suene a lascivia).

Espero, don José Manuel, no le haya provocado gastritis alguna mi confesión y, más aún, osaría pedirle pasase esta foja a sus vocales, que van desde Asturias hasta Cantabria, quienes llevan el buen decir por delante y el maldecir por atrás, a fin de que me juzguen cual debe ser; si me condenan… pues me amparo. Quedo de usted.

dreyesvaldes@hotmail.com

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