En una inolvidable conferencia escuché, hace muchos años, que existen palabras poéticas. Yo, estudiante de Literatura entonces, me interesé sobremanera en el asunto. Puse atención profunda hasta el momento en que el fulano -cuyo nombre olvidé a modo de condena- dijo, con todas sus letras, que esos términos líricos consistían en te quieros, amores, dulces e inmarcesibles voluptuosidades de mujer divina.
¿Y dónde iban a quedar Alonso y Neruda; dónde Miguel Hernández y el Tri? De un manotazo el hombre desapareció toda esa biblioteca histórica en donde refulge el lenguaje folclórico y picaresco. ¿Qué iba a pasar con las coplas y las bombas yucatecas que mucho de poema tienen? Hasta Calvin y Hobbes publicaron una magnífica frase: Que nieve la nieve, nieve la nieve que nieve.
Dije que la conferencia fue inolvidable, pero me equivoqué, en lo de conferencia, porque en realidad fue una engañifa. Todo mortal sabe que las palabras poéticas son justa y exactamente cuantas existen en cualquier idioma, y que ese prejuicio establecido por el cisne cuyo cuello acabó en tirabuzón, mucho ha dañado nuestro entendimiento y sensibilidad.
Lo grave del asunto es que aquel lugar estaba lleno de profesores de Español que se creyeron la historia y, hasta la fecha, andan por ahí sus alumnos deambulando con la equívoca idea de que la Literatura es algo abominablemente aburrido, repetitivo e irreal.
¿Por qué no les enseñamos poesía a partir de una canción de Camila? ¡Horror al crimen! Dirán muchos que me leen -y que lo harán por última vez-. Mucho se retorcerá en su tumba Manuel Acuña si me escucha. Pues qué suerte que ya anda tocando liras entre las nubes, porque las generaciones que hoy nos oyen están ávidas de escuchar cosas relacionadas con su entorno y su contexto, y si nosotros, como docentes, estamos descontextualizados, también estaremos fritos.
No hay palabras poéticas: hay mentes inspiradas, y entre esos jóvenes a quienes acusamos de que no quieren leer ni la fecha en el calendario, existe inspiración y ritmo suficiente para sorprendernos, eso sí, tendremos que darles oportunidad de que se expresen en su lenguaje.
¿Cómo le hacemos? Hablando su lenguaje, nada más.