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ORDENANDO EL CAOS

POR ALGO PASAN LAS COSAS

Dalia Reyes

El tiempo lo cambia todo, pero todo. En un abrir y cerrar de años las cosas truecan su función, forma y significado. Si antes el huésped era quien daba hospedaje hoy es quien lo recibe. Si antes la excepción ponía a prueba la regla, hoy se dice que la confirma. ¿Tiene sentido? Ni falta que hace, pues las frases hechas las tomamos al vuelo y las aplicamos sin ton ni son hasta parecernos de lo más normal y justificado.

Hablando de lo mismo, cuento lo siguiente: escuché a dos señoras platicar fuera de la escuela. Una relataba a la otra sobre un terrible accidente ocurrido a sus familiares. Los detalles eran de malos a terribles, con expectativas dudosas para algunos de los accidentados. La narradora cerró la plática así: por algo pasan las cosas.

Pudo referirse a quien, en último momento, decidió no abordar el auto; ¿acaso quien manejaba, hombre o mujer necesitaban una lección de ese monto?; quizá pudieron morir y, sin embargo, están "solamente" graves. Creo que la frase se usa para darle una limadita al dolor, pero, a veces, queda tan agudo y filoso que más agita la inquietud.

¿Por qué pasan las cosas? Ésa sería la pregunta subsecuente cuando algo amerita el consuelo con la frase aludida. Si alguien salvó la vida por su impuntualidad, entonces estaríamos afirmando que la causa radicó en ello y, de ahí, ser impuntual es muy conveniente. ¡Cómo así, Marce! Bueno, la conclusión es más lógica que verdadera.

No es por escepticismo, ni crea eso, señor mío, pero usar "por algo pasan las cosas" en poco ayuda a conseguir consuelo cuando no creemos a ciegas, pues abrimos una línea de investigación sin una meta definida, con tantas pistas como colores hay en el mundo. Si deseamos saber por qué muere gente joven y debemos aceptar esa sentencia, tendríamos que dilucidar si lo merecían, acaso les vendría peor vida, eran pecadores, insanos, herejes, elegidos. Son demasiadas posibilidades.

Hace un par de meses mi madre cayó, cuan larga es, de una escalera. Salvó la vida, aunque no sus dos costillas. La primera visita le dio muchísima tranquilidad al decirle que si hubiese sido más bajita, menos fuerte, y estado más alejada del mueble donde golpeó, y si éste hubiese tenido metal en lugar de tela, no las costillas sino la cabeza sería la perdida: "Por algo pasan las cosas" pensé yo, entonces, que se trata de escenarios "más peores" para que funcione el alivio bienintencionado de los otros. Como sea, mi progenitora contestó con un gemido de dolor.

Fíjense nada más: si yo no llegara temprano a la escuela, no escuchara pláticas ajenas ni tuviera ideas tan extrañas, no les hubiera escrito esto... tal vez algo mejor pero eso provocaría a un lector un infarto por tanta hilaridad. Por algo pasan las cosas.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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