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Ordenando el caos

¿GORDA YO?

Dalia Reyes

El mundo ha sido injusto con nosotras. Siempre bajo la lupa, nuestras anatomías son fiscalizadas cual contribuyente menor ante Hacienda, revisadas minuciosamente bajo ciertos estrictos requisitos que difícilmente cumplimos el común de las mortales.

Después de mucho meditarlo, hice un ejercicio de sanación profunda para entender cuánto somos inocentes las llenitas ante las circunstancias de la vida moderna y víctimas de la poca consideración de los ojos ajenos. No somos gordas, señoras mías, somos producto de las circunstancias.

Es bien sabido lo dañina que es la prisa diaria, compañera eterna de quienes nos aventuramos a vivir en este mundo productivo; eso, claro está, provoca ansiedad. La ansiedad, a su vez, da mucha hambre. ¿Qué hacemos al respecto si no dotar a nuestro cuerpo de lo urgente?

Por otro lado, la ansiedad extrema deviene en padecimientos patológicos, cuyo origen está bien identificado en los temores, sustos y gustos extremos. Gastritis, colitis y un montón de itis más hacen estragos en nuestro sistema digestivo con síntomas por mucho indeseables. Ardores y movimientos involuntarios -sigo hablando de las itis- aparecen; además, mucha hambre. ¿Alguien puede combatir tal síntoma quedándose inánime? No es humano.

El estrés está identificado como el mal del Siglo XX y los que le siguen. Esa sensación de tener otra persona adentro a quien le urge salir a flote es cosa muy singular y desagradable. Acrecienta los ánimos por ocuparnos de algo realmente satisfactorio, y siendo que no siempre está uno en condiciones propias para otra acción, pues la respuesta está en el refri. ¿Acaso usted se ha librado de ese demonio maligno, huésped hoy en día de cada casa y familia?

No se requiere abundar demasiado si hablamos de embarazo. Esas náuseas se convierten en antojos incontenibles producto de la danza loca llevada a cabo dentro de nuestro cuerpo, no porque una lo quiera, es una cosa que el cuerpo pide con espasmos y amenazas por volvernos del revés si no accedemos a sus exigencias. ¿Cómo se resuelve eso cuando no son precisamente zanahorias lo que requiere la gravidez?

A estas alturas, tenemos muy claro cuán expuestas estamos las féminas a lo largo de la vida. No es cosa nuestra, tampoco iniciativa propia, sino una condición en la que nos pone la naturaleza, la verdadera culpable de esas dimensiones tildadas de excesivas por quienes están ajenos a las muchas tentaciones que mal libramos día a día.

Nunca nadie señale a la mujer como ser de poca voluntad, más bien conduélanse cuando crucemos a su paso y piénsenlo mejor así: mira, ahí va una víctima de la modernidad.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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