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ORDENANDO EL CAOS

LUEGO LUEGO

Dalia Reyes

El tiempo ha sido tan importante para la humanidad desde que empezó a serlo, el tiempo, y también la humanidad.

La cantidad de palabras alusivas a un objeto revela la importancia de éste en una sociedad. Digamos que para nosotras hay cosas tan importantes como el burro, el cerdo y el automóvil. ¿Cómo no? Para el primero tenemos, además, asno, pollino y jumento; para el segundo, cochino, marrano, puerco y cuino; para el tercero, carro, auto y nave. No, señor, no valen los nombres como llame usted a su sacrosanta suegra.

Volviendo a lo que nos ocupa, los lapsos breves, la poca tardanza, deberá ser un elemento de suma relevancia. Enseguida haré, con ayuda de ustedes, una lista que bien argumente mi dicho.

En lo que canta un gallo. No sé si sea esto tan antiguo como Judas Iscariote, pues si bien el hombre traicionó al Maestro antes de que el ave entonara su canción, apenas acabó de hacerlo el pollo y ya estaba arrepentido, Judas, no el gallo. Ahora bien, pudiera dar razón, en efecto, del tiempo invertido en un quiquiriquí, en realidad bastante breve, pero suficientemente desatarantador ipso luego luego.

Ipso luego luego. Obviamos el luego luego para abordar esta frase célebre acuñada por José Agustín cuando las violaciones al lenguaje formalísimo eran tildadas de barbaridad extrema, sin embargo, su buena gracia y la violación al lenguaje formalísimo tildada de barbaridad extrema la hicieron pasar a la historia. Qué curioso, una referencia al tiempo corto escrita en un ratito se quedó para siempre.

En un ratito. La subjetividad de las cosas temporales es bien sabida por todos, más aún en el caso de los caballeros cuando, en un dos por tres, se enteran de aquella terrible cosa "vamos un ratito a visitar a mi mamá". "En un ratito llego" es también un conjunto de palabras explosivo si lo enfrentamos a las consideraciones de diferencia entre rato, ratito y ratón.

En un dos por tres. Dos por tres son seis. Seis no es una cifra ni grande ni chica, tampoco está en el ranking de las multiplicaciones más sencillas -en ese caso sería en un tres por uno-. En conclusión, no tengo la más remota idea de cómo surgió, pero sí alude a algo rapidísimo, hecho en un chis chas.

En un chis chas. Supongo una onomatopeya tras de esta expresión. El sonido cortante de unas tijeras que en un santiamén acaban con lo que se interponga entre sus hojas. El tiempo preciso para culminar la acción entre el deseo de cortar algo y sonarle su chis chas podríamos preguntarlo a Lorena Bobbit.

Santiamén. Acabó mi inocencia de creer el dicho adulto mi ingreso el catecismo. Hasta ese momento, la frase estaba directamente relacionado con lo efímero, aquello terminado en lo que canta un gallo. Pero resultó que doña Toña se sabía unos rezos muy largotes y entre el Santo y el Amén podía pasar que cantara una desbandada de animales. La teoría dice que se trata de algo transcurrido en un momentito. Pero ¿qué es un momentito? He aquí el dilema.

dreyesvaldes@hotmail.com

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