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ORDENANDO EL CAOS

NO ES EL OFICIO, SINO EL NOMBRE

Dalia Reyes

Cuando yo era estudiante de secundaria, teníamos taquimecanografía martes, miércoles y jueves. Entrábamos sin mayores urgencias un grupo de chiquillas desgarbadas, y dos o tres chicos desinhibidos, a un salón cuyo irrepetible aroma lo llevo en la punta de la nariz.

La clase sucedía en un ambiente irreal para estar en la escuela. Conservar la postura, ubicar las teclas, sacar las hojas intactas y emerger de ese túnel del tiempo con la cara sin manchas negras, era una partida de póker de la que casi siempre salíamos ganadoras. Una dejaba de ser por un momento la niña con demasiados sueños para convertirse en la secretaría ejecutiva de un muy famoso señor.

Una vez hicimos la cara de XXXX con puras x; a veces era un patito y las más de las ocasiones dictados rapidísimos de oficios imaginarios cuyos destinatarios podían estar orgullosos de ser los acreedores a semejantes documentos tan bien hechecitos.

Era una escuela pública. El enorme salón de taller tenía por lo menos 40 máquinas Olimpia con sus partes casi completas; las cintas solían estar en donde debían y las sustituíamos con cierta regularidad: a veces la escuela, a veces nuestros padres, pero todo caminaba como debía caminar.

Ya no hay taller de taquimecanografía en la secundaria. Ahora los estudiantes pueden elegir Ofimática.

Ofimática: conjunto de técnicas, aplicaciones y herramientas informáticas que se utilizan en funciones de oficina para optimizar, automatizar y mejorar los procedimientos o tareas relacionadas. Así dice el diccionario y el muy bobo no sabe que nadie atiende a sus indicaciones, por lo menos no en la escuela, pues casi todas las aulas asignadas a esta actividad siguen mostrando sus rotundas máquinas Olimpia con escaso olor a cinta rojinegra pues conseguirlas es algo así como encontrar el Santo Grial.

Poco aprenden a teclear en las teclas oscuras y durísimas del añejo aparato mecánico; menos practican en teclados modernos que les prometen un mejor futuro. No hay aroma inmarcesible, tampoco esperanza asible a la vista.

El asunto tiene qué ver con las carencias en nuestras escuelas, pero hoy no hablo de ello, sino de la muy poca impronta que dejan las aulas a todos esos muchachos y muchachas que no tienen muy claro por dónde se va uno al porvenir.

dreyesvaldes@hotmail.com

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