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ORDENANDO EL CAOS

PROFES IGUALISTAS

Dalia Reyes

De antemano, señoras y señores mías y míos, pido disculpas por violentar la cabalidad de nuestro lenguaje. Tengo razones para ello: no encontré el término necesitado, hoy en día cada quien inventa cuanto le viene en gana y como usuaria, tengo beneficios de atención al cliente.

Cuando niña, fui a la escuela con tal ahínco, como si en ese lugar estuvieran resguardadas tantas respuestas como preguntas tenía mi entonces pequeño ser. Miraba fijamente a los profesores para no perder palabra alguna, quién sabe si en alguna de ellas estuviera encerrada la clave para alcanzar mis propósitos. Sin embargo, siempre hubo una constante cuya respuesta muy apenas empiezo a vislumbrar: ¿por qué no tenía una casa como la de María de Jesús o Eloísa? No acabé de comprender por qué la mitad de mis compañeros tenían comezón y yo tenía "rasquiña"; mis amigas y yo decíamos "algotros" y el resto "algunos otros". Honorio sabía, desde el primer grado, cómo pronunciar Shakespeare y yo apenas supe de su existencia cuando entraba a la preparatoria; lavarse los dientes era una ocupación opcional para mí en tanto algunos podían contar el número de cepilladas; el jamón lo integré como alimento normal -y no gourmet- hasta pasada la secundaria, cuando muchos compañeros lo usaban a diario en su lonchera escolar.

El Estado mexicano promueve una educación igualitaria e inclusiva; los profesores lo tradujeron en un insulso "igualismo". Trocaron la causa por la consecuencia y mal entienden cómo cada niño que tienen enfrente porta una cultura tan disímil como sus estados nutricionales. Igualdad educativa no es borrar de un plumazo la diversidad cultural como recibimos a tantos aspirantes a ciudadanos, sino colocarlos a todos en la misma vía y llevarlos hasta alcanzar igual propósito.

Recientemente impartí un taller de Discurso Docente a catedráticos de normales en el Norte del país. Se dio la polémica cuando llegamos al tema cultura de la pobreza y cultura de la riqueza. De entrada, confundieron la función sintáctica del adjetivo y lo tradujeron como "cultura pobre cultura rica"; error. Acordamos que la cultura es un conjunto de rituales identificadores entre los diferentes grupos sociales; luego confundieron rituales con ritos religiosos.

Hubo incluso quien enarboló una bandera bolivariana al postularse como el apóstol que trata igual a todos sus alumnos, porque cuando los recibe les da exactamente el mismo tratamiento, independientemente de su extracción, cultura, lengua materna, ideales, fobias. La igualdad no radica en lo que recibimos, porque es un prejuicio, sino en cómo los vamos a egresar.

La confusión nos aleja de los propósitos; el prejuicio, de la realidad. No necesito enlistar a una gran cantidad de filósofos, sicólogos, pedagogos, historiadores quienes han identificado esa diversidad cultural, para convencer a mis compañeros profesores de la muy marcada diferenciación con que llegan nuestros alumnos: yo soy producto de esa cultura de la pobreza y conocí mis marcadas diferencias con quienes vivían mucho mejor; pero también lo soy de esa oportunidad integradora, igualitaria, porque se me ha permitido transitar de un código social restringido a otro elaborado. Sí, se puede, siempre y cuando aprendamos a leer correctamente las letras vivas y descifrar los mensajes agonizantes de nuestros niños.

dreyesvaldes@hotmail.com

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