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ORDENANDO EL CAOS

NIÑ@S

Dalia Reyes

Si alguien insiste en parangonar hombres con mujeres, debo mostrarle, con dolor de mi corazón, una prueba irrefutable de semejante errata. Relacionada está con el tiempo-espacio; dicho más coloquial, con cuánto invierte cada sexo en recorrer los mundos virtuales donde habitan; más prosaico: el chismorreo entre hombres y mujeres determina la desigualdad.

Chismorreo es el acto y efecto de conversar sobre uno mismo, con sabrosos agregados de los demás irrumpiendo en nuestras vidas. Es decir: cuando dos personas se encuentran, lo "normal" consiste en informarse mutuamente de sus acciones en el pasado próximo.

Puse comillas a la palabra, pues la divergencia comienza en la concepción del término. "Normal", para un hombre, parece ser todo lo contrario para las damas, y es una manifestación con la cual cargamos en el morral de la vida apenas empezamos a tener comadres y compadres, cosa, por cierto, que sucede cada vez más temprano, creo yo por la influencia de la televisión, en general, y las telenovelas, en particular.

Pongo por caso: vuelven a la escuela primaria los chiquillos tras las vacaciones. La maestra pregunta sobre sus actividades recreativas y cada uno especifica sus actos publicables, pero guarda para sí y su mejor amig@ los detalles más interesantes, vertidos durante el recreo. Al volver a casa, las madres preguntan el santo y seña de tal conversación con resultados tan disímiles como los siguientes.

Mamá de Lupita: ¿Qué hiciste en el recreo, mi amor?

Lupita: Platiqué con Vero. Se fue de vacaciones al rancho de su abuelita y se calló del caballo. Ella, no su abuelita, pero se asustó mucho, la abuelita... y a Vero, le dieron un dulce y entonces ella dijo todo el día que todavía estaba asustada para que le dieran más. Entonces vino su prima, al rancho, no aquí, porque yo no la conozco. Bueno, creo que una vez la vi en un cumpleaños de Vero, y llevaba un vestido verde medio raro, pero se le veía bonito. Y la prima le contó que ya tiene novio ¡y apenas tiene 10 años! Yo le dije que eso no estaba bien, pero entonces su abuelita -la de Vero- ya no le quiso dar dulces porque le iban a doler los dientes y allá en el rancho no hay dentista. Sus papás también fueron pero se querían regresar ya porque no había hecho la tarea; y yo tampoco, pero luego ya se vinieron en la camioneta de su tío y a ella se le cayó la leche encima, porque no habían cerrado bien el bote y entonces su mamá le dijo que ya había quedado bien poquita y en la mañana se tuvo que desayunar un plátano solo, sin licuado.

Mamá de Carlos. ¿Qué hiciste en el recreo mi amor?

Carlos. Nada. Jugué.

Mamá de Carlos. ¿A qué jugaste?

Carlos: Platiqué con Roque todo el recreo.

Mamá de Carlos. ¿Y qué hizo en vacaciones?

Carlos. No sé, no hablamos de eso.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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