No pude resistirlo: esta frase en boga es un caramelo para quienes gustamos del chisme lingüístico: "ola k ase" -yo lo escribí ortográficamente correcto en el título, porque, de otro modo, el corrector me castigaría-. Cuenta con todas los atributos de un frase "llegadora", aunque a usted no se lo parezca tanto.
Es una aberración ortográfica, dirán. Sí, y en ello le asiste el primer atributo, pues resulta esta la clara muestra de cambios radicales en el uso del lenguaje; digamos que los usos cotidianos mandan a quién sabe dónde las reglas de la Real Academia para acabar imponiendo las propias. Ahí tienen "cantinflear", por dar un ejemplo.
Los cambios gramaticales en las palabras escritas se dan paulatinamente, nadie sabe en dónde, cómo ni cuándo se inicia la transición, sin embargo, esta frasecilla de marras, tiene autor, lugar y fecha. Esto no sucede todos los siglos.
La frase se publicó como muletilla de un personaje gracioso -una llama boba- que aparecía siempre con la misma pregunta escrita. Surgió en Perú, en 2008, y poco tiempo después se le clasificó como un meme (Wikipedia: unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro, o de una mente a otra, o de una generación a la siguiente), de circulación mundial.
Una popular ventaja es su funcionalidad: el verbo cambia a placer y entonces los usuarios escriben en las redes sociales "ola k dice", "ola k kiere", etcétera, y esa capacidad de adaptación la lleva, como diría Darwin, a sobrevivir.
Omitir los signos de interrogación y mantener su estatus de pregunta es su mejor característica para reinar en las redes sociales y todo uso de artefactos electrónicos de comunicación. Su simpleza profunda encanta a los muchachos… de ahí que me arroba su circunstancia, pero detesto el uso de la frase entre adultos confundidos. La razón: no se trata sólo de economía léxica, sino de una polisémica oración de identidad.
Preguntar con las tres palabras -perdónenme los academicistas- no se trata de saber qué hace alguien: el emisor lo sabe perfectamente, pero el brevísimo mensaje encierra un deseo de intervenir en ello, declararse en cierta postura sobre el tema, externar un interés específico y sentirse en confianza para compartirlo. No es tanto una pregunta como una afirmación.
Ya lo vio usted, señor mío. Me calificó apresuradamente sin conocer mis razones; ahora reflexione sobre ello y cuando tenga un argumento me lo comunica, no voy a preguntar "ola k ase", pues perdí mi oportunidad 20 años atrás.
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