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ORDENANDO EL CAOS

FALTA DE MUJER

Dalia Reyes

Un pensante lector tuvo a bien convencerme sobre este asunto. No soy experta, muy apenas conocedora, mas el caballero se explayó lo suficiente para comprender cuánto apuro pasan los señores si se les viene la casa encima.

Yo me puse a filosofar al respecto: la creación divina tuvo un claro propósito y diseminó en cada una de sus manifestaciones la creatividad pertinente para las actividades propias del género. Sin embargo, el hombre interrumpió la perorata y lo dijo mucho más claro:le importa un sorbete la repartición de dones, pues lo que apabulla su ser en este momento es la ausencia de su mujer en la cocina y él ya está harto de quesadillas y Corn Flakes, tanto como sus hijos, quienes le han montado huelga de hambre en el patio si no varía el menú.

Vaya, hacemos falta cuando hacemos falta. Esto es un Perogrullo; lo extraordinario es el nivel de la necesidad, tanto que un varón se atreve confesar cuán desgraciada es su vida si debe planear un menú para la familia. Bauticemos el problema como "padecimiento por falta de mujer".

No sucede al hombre que padezca, cuando la cónyuge se ausenta, pena alguna por regar las matas, mantener vivo al perro o barrer la calle. A) Ni siquiera dará cuenta de las hojas amarillas en el helecho, pues las pensará en otoño; B) dará por hecho que la mascota está dormida, así de rígida; C) dejará al viento esa ardua labor.

En lo concerniente a la cocina, es muy otra la situación. Aun así tengan a la vista -pegado al refri- el santo y seña para confeccionar desayuno, comida y cena, y detalles gráficos en lo referente al lonche de los niños, ellos acaban por servir en la mañana la cena, mandar de lonche la comida y merendar un sándwich con chocolate en tetrapak.

(Para no lastimar sensibilidades masculinas, no diré en este espacio cómo las mujeres, en cambio, nos arreglamos para resolver lo propio y lo ajeno cuando ellos se ausentan; eso me haría ver demasiado soberbia, además, es un asunto por todos conocido).

Mi apreciadísimo lector ha sido tan valiente como amable al comunicarme semejante situación. He tratado de darle ánimos y conseguirle esperanzas, le recomendé revistas básicas de cocina, programas de televisión paso-a-paso y cursos rápidos con alguna comadre dispuesta -a dar cursos-. Nada lo convenció y, hasta donde supe, tomó una fatal determinación: llevará comida callejera a casa hasta donde el presupuesto y la panza de los niños lo toleren; en volviendo su mujer, que Dios lo agarre confesado.

dreyesvaldes@hotmail.com

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