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ORDENANDO EL CAOS

Dalia Reyes

¿QUIÉN ME BARRE?

Esto sí lo tengo bien comprobado, decía doña Mary -que Dios la tenga tostando gordas en el comal-, pues ayer mismo me pasó y no tuve otro remedio sino tomarlo con calma y aprovechar para demostrar mi teoría humana sobre la evolución masculina.

Después de un complicado trance en el aeropuerto la semana pasada, ayer circulaba por la carretera cuando un sonido extraño llamó mi atención. Fue tan peculiar que su run-run sobresalía por encima de las notas armoniosas de Jesse and Joy y su "Nuestro amor sabe a chocolate". No hice mucho caso, pero luego mi vehículo cedió ante la tentación del paisaje y se negó a caminar.

Con toda la naturaleza sobre mí, y sin señal telefónica, decidí esperar a que el destino me enviara dos Ángeles Verdes, un mecánico, al Chapulín Colorado o, de perdis, a Iron Man. Ninguno de ellos llegó, pero sí un buen hombre, quien se ofreció a llamar al primo de su esposa, quien tiene un taller; enseguida se dio por vencido: no había señal.

Un par de minutos después, un tercer samaritano arribó hasta el campamento de desvalidos; antes de preguntar nada, sacó sus dos teléfonos portátiles, un radio y su tableta. Ninguno de los artefactos pudo captar ni la Hora Nacional… tampoco mis súper héroes.

Miré hacia el horizonte y mi mente se remontó hasta ese tiempo cuando los griegos condicionaban el acceso a la educación y la ciudadanía el conocimiento previo sobre Retórica y Geometría; al pasado menos remoto, cuando don Cornelio, mi suegro, encontraba las piedras perfectas para golpear gentilmente cada tubo, ventilador, caja oscura de su camioneta hasta lograr un arranque perfecto en el cansado motor. Quien más quien menos caballero estaba obligado a conocer los intríngulis de su vehículo, así fuera carreta, triciclo o automotor.

Cuando desperté… el dinosaurio ya estaba ahí: un campesino con tractor me llevó hasta donde Dios tuvo a bien enviarnos la señal del teléfono y las cosas se solucionaron, aunque bastante tarde ya. Durante el trayecto reflexioné sobre la necesidad del progreso y la evolución, sin embargo, no encontré sentido a un avance en tecnología cuando la conectividad pone en tela de juicio los requisitos para quedar en el hit parade del género.

Es curioso, con todo y la vanguardia, liberación femenina y modernidad, un tractor conquista más que un celular versión 2014. Además, la esposa del tractorista accedió a barrerme con pirul, gallina y huevo para alejar las eventualidades que me persiguen.

dreyesvalodes@hotmail.com

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