Hace algunos meses escuché una excelente noticia: médicos mexicanos implantan corazón artificial; hasta ese momento, el paciente iba de maravilla en su recuperación. Sin embargo, más sorprendente y creativa fue la respuesta automática dada por mi estilista: "¿sería "made in China" el corazón? Su sarcasmo encantador a inteligente tuvo como premio muchos más cortes de cabello.
Desconozco hasta dónde llega la devaluación de lo mexicano, pero así como hacemos albures sobre la muerte, tengo por cierto que pocas cosas se salvan del chiste, el doble sentido o la trivialización.
Ese corazón artificial, pudiera suponer, se vende ahora en Tepito con un valor diez veces menor al original; aparecerían, por decenas, consultorios en donde se colocan en cirugías ambulatorias de recuperación inmediata; clínicas particulares ofrecen el trasplante en paquete con una cesárea y dos liposucciones, y hasta el mercado sobre ruedas lo ofrece al dos por uno cuando se acerca el Día de Reyes.
La razón anterior justifica por qué las investigaciones norteamericanas, rusas o alemanas aparecen en Science y las nuestras en TVyNovelas, pues apenas están posicionándose como una realidad, cuando se desvanecen en los avatares de este país surrealista.
En los años noventa, un grupo de estudiantes mexicanos encontró la solución para cierta cámara submarina, sobre la cual habían trabajado japoneses, canadienses e hindúes. La respuesta a cómo evitar se inundara el aparato cierto tiempo después de la inmersión, la encontraron donde nadie imaginó, excepto su creatividad: en un tampón femenino (no digo marcas, porque mi editor me cobra la publicidad). Estados Unidos publicó la noticia como un evento científico sin precedentes pues resolvería investigaciones pendientes en todo el mundo… México tuvo la intención de diseñar tampones con cámaras ocultas.
Estamos en una cadena "alimenticia" irrompible: los descubrimientos en pro de la salud son demasiado caros para los pobres mexicanos, y los pobres mexicanos se enferman más que los ricos, pero no pueden pagar por el remedio. Las réplicas baratas no se ofrecen a quienes tienen poder económico, por ello no se venden en las grandes tiendas de cadena, sino en el puesto de la esquina.
El corazón implantado, estamos seguros, fue "made in México", y todo dependerá si las franquicias tepiteñas tomen para sí la fabricación t distribución o esta vez las instituciones públicas de salud tomen en serio ese asunto de que todos, pero todos los mexicanos, tenemos nuestros corazoncito.
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