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Ordenando el Caos

ESTO ES PARA TI

Dalia Reyes

Si escribo o no para las mujeres no es un asunto mío, más bien es suyo, de ustedes. Cierto, debo reconocerlo, al comienzo de esta historia letrada asumí que serían las mujeres mi público lector; sin embargo, los encuentros personales con quienes tienen a bien leerme abundan en caballeros. El devenir de cuanto una escribe no es nuestra propiedad.

Bien pensado, considero como bastante feliz esta circunstancia comunicativa. No desdeño el interés de mis congéneres, a fin de cuentas protagonistas siempre tras estas líneas; es porque los párrafos dirigidos a la mujer parecen siempre un parto de esos mucho muy dolorosos y yo, lo confieso: disfruto más que peno cuando escribo.

Traje conmigo, en un ejercicio clarificador, a Rosario Castellanos. Repaso sus palabras impolutas, punzantes, precisas; todas ellas colocadas pulcramente en su sitio para lanzar los misiles de la guerra que librar contra el mundo. Hay mucho dolor en sus textos, y no me parece producto de saber hablar latín.

Ella fundamenta su acerba crítica citando casos, desde Santa Teresa hasta ella misma, implícita. Es difícil comprender la dureza cuando no se vive en su contexto. Sin embargo, no encuentro en ninguna de sus publicaciones la biografía de doña Rosy, enfermera afamada de mi ciudad, médico de cabecera de Pedro Infante en sus giras; ella bien casada con siete hijos y feliz hasta el último momento. Busqué también a Esther, madre de 14 vástagos, promotora cultural cuando se supone las mujeres quedaban en casa; agradecida fue siempre por la ayuda que brindó su marido en el cuidado y educación de la familia. Si quedó sola fue porque su señor murió de muerte muchos años después de la victoria.

En esos mismos años, estas mujeres, como muchas las hubo, Rosario Castellanos, maravillosa, estaba internada en sus intríngulis defendiendo una causa aparentemente perdida, pues todo parece indicar que la libertad de acción estaba más en una buena elección y fuerza de voluntad que en leer cien mil arengas revolucionarias.

Poco podemos argumentar respecto de las leyes y su evolución en favor de la mujer: cada vez se ventilan más casos de violencia, feminicidio y discriminación. Ahora sí, como dice la gente, a las palabras se las lleva el viento.

Muy poco sacrificio habrá hecho esta escritora afamadísima si una gran cantidad de mujeres siguen tras una convicción anacrónica que las vuelve urgidas y dependientes de una jerarquía inexistente. Yo, por lo pronto, sigo la escuela de Rosy y Esther, y leo a la Castellanos para no dejarla perecer.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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