Ahora lo sabemos: el lenguaje está vivo, tanto como quienes lo hablamos. De ahí, muchas palabras son capaces incluso de dar una vuelta de tuerca e irse al bando contrario; pero cuando estos saltos arrastran a las acciones consigo, entonces sí estamos en problemas o, dicho de otra forma, ya valió.
Un ejemplo: huésped. En el pasado, lo delatan numerosas obras literarias, refería este término al hospedero, quien daba alojamiento a otros; hoy, es el sustantivo para quien fue recibido. Como podemos ver, las palabras no tienen palabra.
No soy purista -ni purísima-, debo estar de acuerdo con las veleidades del idioma, de otra forma estaría a punto del suicidio. Sin embargo, cuando los cambios se llevan al plano de la idiosincrasia, entonces sí me duele el golpe.
Hoy es un buen día para usar este ejemplo: profesor. Hay para el término sinónimos como pedagogo, mentor, catedrático, instructor, preceptor, y en el plano coloquial, lo igualan con maestro o ya muy triste la perspectiva "prosor".
Sea como fuere, el profe, desde Sócrates y hasta despuesito de Cantinflas, encerraba un amplísimo concepto con un claro campo semántico: modelo, responsabilidad, formalidad, ejemplo, conocimiento, preparación, ecuanimidad, pilar social. El caso es que este vocablo se fue de la mano con el huésped -no es albur, hablo en términos lingüísticos- porque es evidente cuanto un montón de sinónimos se fueron al lado oscuro del diccionario.
Tengo en mis archivos fotografías de profesores y, sobre todo, profesoras, en plena protesta por sus derechos, cuando exigían más trabajo, más apertura, mejores retos, menos discriminación; estaban dispuestos a demostrar sus capacidades ante cualquier quórum y a las pruebas se remitían. Atesoro en mis listas nombres de educadores famosos por convertirse en periodistas valientes, investigadores avezados, autores comprometidos.
¿Qué clase de padrón haremos hoy? Podría empezar por un grupo de homólogas quienes fueron castigadas por manosear a Pedro Fernández en el festejo del 15 de mayo; luego están los que firmaron amparos contra la Reforma; también agrego quienes se especializan en el golpe con garrote y la bomba molotov, y millones de futuros maestros que culpan a sus profesores por los hoyos negros en sus conocimientos. Digámoslo así: las actividades del profesor se han diversificado un montón.
No pueden negarlo: sí cambió la palabrita y se llevó entre las vocales a esta profesión de Dioses, porque, bien visto, un profesor es capaz de organizar el mundo como se lo proponga. Y sí, lo estamos haciendo.
(dreyesvaldes@hotmail.com)