Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Ordenando el Caos

PARA QUE ME CUIDE

Dalia Reyes

Además de conformar una cadena familiar indispensable para seguir reconociéndonos como sociedad, los hijos han tenido diferentes roles a lo largo de la historia, pero nunca su versatilidad funcional fue tan grande como en nuestros tiempos.

En el medio rural, fue siempre bien visto la llegada de un varón porque aseguraba la cesión de tierras, cuya producción exigían fuerza bruta y un valor carente en las mujeres, por lo menos ésa fue una tesis persistente a lo largo de siglos. Los chinos, por muchos años sacrificaron niños por parecerles de poca utilidad, en lo referente a la transmisión de cultura y apellidos.

En poblados ultra tradicionales del sur mexicano, las niñas representaban -y hoy día sucede- una oferta a mediano plazo, para cambiarlas en trueque provechoso, ya sea por dinero, vino, comida o bienes muebles e inmuebles.

Hoy sucede algo excepcional con los hijos, porque no estamos regidos por una necesidad social generalizada que explica roles bien determinados: los papás educan y protegen; los hijos obedecen y aprenden. Esto era fácil, lo difícil estamos construyéndolo cada día, porque ahora nuestros vástagos parecen llegar a este mundo para cubrir necesidades muy pero muy personales de cada uno de nosotros, es decir, son más funcionales que emocionales.

Si antes un hijo venía a confirmar nuestra esencia femenina y nos consagraba ante las leyes y el cielo en una postura de cuasi divas, ahora los tenemos a la mano, entre otras cosas, para proyectarnos, protegernos, prevenirnos, reflejarnos, desahogarnos, defendernos; y respecto de otros, demostramos, consolidamos, chantajeamos o acusamos. En el medio rural los hijos siguen cubriendo una función preventiva para asegurarse que alguien los va a cuidar cuando estén viejos.

En esta lista nos aparece el cubrir una necesidad personal y natural, el educar una persona responsable y respetuosa que se integre a nuestra sociedad y la haga crecer. Vamos, aunque no lo crean, sí soy una persona normal, y me conduelo de las atrocidades que estamos construyendo en las conciencias y los espíritus de nuestros hijos, que no encuentran un acomodo claro en su entorno, pues van ocupando los puestos que dejan vacantes nuestra depresión, desolación o impotencia.

En pedagogía aprendemos que nada hay más seguro para un niño que la rutina, si los sucesos de cada día son imprevisibles él vivirá con miedo. Y vaya que deben tenernos miedo hoy en día, cuando sus roles cambian tan drásticamente como nuestros vacíos económicos, de pareja, filiales, laborales.

Tu hijo ¿para qué sirve?

  (dreyesvaldes@hotmail.com)

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 873917

elsiglo.mx