Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

ORDENANDO EL CAOS

DERECHO Y NO

Dalia Reyes

Traigo un pleito muy bueno contra algunas facciones respecto al uso, cuidado y abuso del lenguaje. Para empezar, el segundo empeño me parece ocioso. ¿Cómo podemos cuidar de lo intangible si se manda solo? Cuidamos de una persona o un objeto, ambos son influenciables por nosotros: las personas tienen voluntad pero las podemos convencer; los objetos no, sólo los acomodamos a placer.

¿El lenguaje qué es? Pues una cosa, sí, pero inasible. Hay poetas que le signan colores, sabores y texturas a las palabras -en mi rancho hablan un bermellón sabor manzana tersa-, pero es sólo eso, poesía.

Entonces, cuando leo nuevamente la Declaración de los Derechos Lingüísticos, asumo que los hombres necesitamos que nos legislen hasta en la forma como debemos decir sí con la cabeza, pero las cartas de este tenor -como las de los Derechos Humanos- siempre tienen dos fases: primero el extremo, luego la templanza.

Me refiero a esto: cuando alguien quiere defender un aspecto vulnerado de la convivencia humana, se lanza con todo y, si tiene resultado, suelen emitirse documentos tajantes y unilaterales, lo que provoca excesos por parte de los defendidos. Ustedes recordarán, sobre todo quienes son padres de familia con hijos estudiando, que empezó la escuela a insistir en nuestros niños acerca de la gran cantidad de derechos que tenían en casa y en todos lados, hasta que llegó un momento en que los padres parecíamos invisibles, sin opción ninguna para enseñar o corregir a los hijos. Ahora, la misma escuela pide planas en dos columnas: a un lado los derechos… y al otro los deberes.

Lo mismo deberá suceder con la Carta de los Derechos Lingüísticos. Actualmente, incluye aspectos como éstos:

Derecho a ser reconocido como miembro de una comunidad lingüística; al uso de la lengua en privado y en público; a relacionarse y asociarse con otros miembros de la comunidad lingüística de origen; a mantener y desarrollar la propia cultura; derecho a la enseñanza de la propia lengua y cultura; a disponer de servicios culturales. Derecho a una presencia equitativa de la lengua y la cultura del grupo en los medios de comunicación y a ser atendidos en su lengua en los organismos oficiales y en las relaciones socioeconómicas. (Es decir, que en los centros escolares, de trabajo, oficinas de gobierno, entre otros, las personas puedan comunicarse y ser atendidas en su lengua materna).

Ya nada más le falta la otra columna, más o menos así:

Deber de no excluir a quienes desean conservar formas tradicionales de expresión; respetar el uso público generalizado evitando los términos ofensivos, y en privado; ser conscientes de la trascendencia de algunas frases, violentas en la intención; obligación de preservar usos específicos entre esas comunidades: áreas públicas, espacios familiares que deberán observar una enseñanza práctica constructiva del lenguaje; deber de mantener esa cultura, aun cuando se establezcan usos de subgrupos; obligación de los docentes por dominar la cultura lingüística base y transmitirla; obligación de los medios a un dominio de la cultura lingüística ortodoxa.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 877726

elsiglo.mx