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Ordenando el Caos

ALINEACIÓN INDESEABLE

Dalia Reyes

Hay una conjunción de elementos, alineación de objetos fatídicos, que me provocan cierto hoyo en el estómago: un rollo de papel sanitario, un envase de jugo y una botella de agua. ¿A dónde le remiten?

Yo hago un recorrido inmediato por ciertos pasados infelices y un profundo deseo por desaparecerlos en mis futuros inciertos. Esos elementos los encuentro cuando visito a una persona enferma, con el agregado de un espacio brevísimo y, si acaso, una silla incómoda cuando se trata del servicio médico en instituciones sociales.

La primera revisión me aterriza en el IMSS, hace 25 años, en donde junto gato, silencio y miedo. En la cama de hospital yacía mi abuela Teodora, fatalmente enferma. Mi turno de enfermera empezó a las ocho de la noche y terminaría media hora antes de las siete, tiempo apenas pertinente para que llegara yo a la preparatoria a enfrentar mi examen de cálculo integral.

Ella parecía dormir, pero en realidad habitaba en un mundo ajeno a los demás en donde reinaba un rollo de papel que ella requería cada minuto, la sed calmada con el agua falsa de las tuberías médicas y el maullido de un gato que la molestaba. Nunca pude encontrar al animal, ni el aullido tampoco, pero calmaba el miedo y el sueño con mi buena relación con las integrales en mi cuaderno y el dulce sabor del jugo Jumex de durazno. Ella murió al día siguiente.

Luego fue Javier, mi hermano de palabra. Estaba recostado en la cama con una luz morada y definitiva sobre su cabeza. El cuarto estaba semisocuro por indicación del médico; mis ojos se abrían de más para ubicar el origen de esa iluminación permanente en su testa, pero nada, sólo venía a caer en la mesita con un rollo de papel, un jugo Del Valle y una botella de agua. Él murió esa noche.

Doña Mary -que Dios la tenga dando maíz a las gallinas- aprendió de memoria la escenografía: hubo pasar muchas veces por las peripecias del internamiento. Apenas volvía en sí en la sala de urgencias, Guadalupe, su hija, se apoltronaba a su lado y sacaba de cierta bolsa plástica un rollo de papel, un jugo de lo que fuera y una botella de agua. Ella murió muchas noches después.

Hoy me aqueja una dolencia y alguien tuvo la amabilidad de colocar un rollo en mi buró. Alguien más tuvo a bien acercarme una pastilla con todo y vaso de agua. Cuando miré el conjunto a mi lado, hice un máximo esfuerzo y deshice el conjunto volviendo todo a su lugar, no fuera a ser que la muerte se confunda y vea una señal que, espero, esté aún muy lejana.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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