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ORDENANDO EL CAOS

SOBREVIVIR Y VIVIR SOBRES

Dalia Reyes

¿Cuándo sobrevivir fue insuficiente? Fíjense cómo mi pregunta refiere al tiempo y no a la causa. Cada vez tengo más claro el plan divino tras la glotonería de Eva: la muy presumible inteligencia del humano fue hecha para su autodestrucción.

Nada he fumado, os lo juro. Esto pasó cuando veía fitografías antiguas, es decir, impresas. Ahí estaba la casita del rancho a medio hacer, entre los árboles, con la nieve sobre el tejado amenazando con tirarlo, y yo me vi dentro, tratando de encender la leña -no, señor, no es mi fuerte, pero tampoco ha menester lo haga público- y calculando los víveres para sobrevivir en lo que retoñan las lechugas.

El dibujo imaginario consistía en reconstruir una vida básica, de supervivencia, si acaso el destino me llevara a esa circunstancia. Pero me atacó un susidio muy terrible: una vida dedicada a mí misma, sin mayor propósito que mantenerme funcional para seguir manteniéndome. Caramba, me hice bolas. (No, señor, el tema de mi sobrepeso no ha lugar ahora).

Tras sacar un poco la cabeza sobre el agua de mi marisma, sólo una certeza me cupo: en el pasado remoto, los primeros hombres, hacían justamente eso, sin necesidad de terapias freudianas para resolver el descontrol, simple y sencillamente porque no conocían otras formas de actuar ni diferentes sociedades. Les era natural.

Hoy por hoy, nos urge la fama y la trascendencia, somos. Se premia la ambición por destacar y volverse popular entre la populi. ¿Cómo? ¡No importa ello!, basta con sumar un número deseable en de "me gusta" para tener un cuadro en la historia.

Antes, supongo que bastaba con salir bien librado ante la corretiza de un mastodonte, evitar cayera sobre la humanidad de alguien un árbol gigantesco o el caparazón de una tortuga. El tiempo se llenaba con asegurarse la vida por un tiempo cuya caducidad era más corta que la de la del queso panela y, esto es importante, enseñar a la descendencia a hacer lo mismo. En todo caso, de ahí partió la terapia ocupacional: enseñar al otro a sobrevivir y san se acabó.

Quizá esa sea la razón por la cual las sociedades viejas, esas que se han negado a tener un montón de hijos, se convierten a menudo en grupos depresivos sin una clara ruta para seguir con vida. Además, cómo sobrevivir está resuelto para la mayoría, sin embargo, no se tiene una clara respuesta al para qué hacerlo.

Yo en mi casita, encenderé la leña, cosecharé los ajos del invierno, dedicaré las mañanas a recoger quelites y las tardes a cortar manzanas y yerbanís; comeré flores de palma y de maguey. Eso haría, pero antes que nada, resolverá lo más importante ¿para quién?

dreyesvaldes@hotmail.com

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