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ORDENANDO EL CAOS

DOLENCIAS DE MUJER

Dalia Reyes

Serán más llamativas, más abundantes o menos necesarias las dolencias de mujer, que alcanzan fama universal, nombramiento reiterativo y publicidad multiplicada. No tienen, los hombres, nada que envidiar al respecto, pues tratándose de achaques, también en eso nos pasó a perjudicar la misoginia.

Más allá de los cólicos menstruales y las contracciones parturientas consabidas como identificación de género, hay una cantidad inmensa de males abundantes en el sexo femenino -no, señor, el hombre no está incluido en esta lista-.

Dicen quienes saben, que las afecciones, desvíos, contracturas y resbalones en la columna vertebral son más recurrentes en las mujeres, esto a raíz de cargar hijos antes y después de su nacimiento. (Cargar con el viejo derrumba otra clase de columnas, por eso no lo menciono). Pienso, también, en la rutina doméstica, cuya esencia implica muchas horas de pie, tallados persistentes, sube y bajas inconscientes y esfuerzos físicos y emocionales más allá de cualquier humanidad no femenina; todo esto con una culminación amenazante de la estética, pues quienes lo padecemos acabamos con forma más de Rocinante que de Dulcinea.

Las várices. Ese un padecimiento común, el cual afecta primero la autoestima y después el resto del cuerpo. No entiendo cómo, si la Naturaleza tiene por cierto la relevancia de nuestras extremidades inferiores en nuestra posición sico-social, le da por afectar justo en el centro de la dignidad. No se diga que luego, avanzado el problema, se vuelve en más riesgo que antiestética.

El dolor de cabeza es un tema antiquísimo por la relación entre accesibilidad y puerta cerrada. Si alguien sabe el origen, me lo cuenta, porque desconozco cómo se estableció dolencia tal como impedimento para otros menesteres, es decir, mejor pensaría yo que practicarlos vendría a ser acto remedial y no agresión. El caso es éste: no se sabe de señores incapacitados para dar rienda suelta a su felicidad a razón de una migraña; de ahí que éste sea un achaque femenino por antonomasia.

Juanetes, pecas y reumas se unen a esta lista; los primeros, enemigos del onírico calzado; las segundas, contrapuestas al orgullo femenino y, las terceras, el empezose de al acabose en donde una se convierte de madre en abuelita.

Mucho agradeceré a mis lectores me envíen una lista tal, pero de varones, a mi correo. Si no existe, entonces la Naturaleza es un señor.

dreyesvaldes@hotmail.com

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