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Ordenando el Caos

CALLADOS YA

Dalia Reyes

La comunicación es el hit de nuestra era. Las vías que nos permiten estar en contacto se han vuelto indispensables para patentizar nuestra fidelidad en todas nuestras representaciones: somos tan familia, pareja, amigo o empleado según estemos al alcance de la mano... el teléfono o la internet.

Hay otros caminos que la desmemoria civilizada y vanguardista pasa por alto y que, sin embargo, fueron durante siglos las mejores rutas para estar en contacto, principalmente, con nosotros mismos. Hoy, si decimos vías de comunicación, nadie estará pensando en la introspección, por ejemplo; digamos la intracomunicación, si me lo permite la Academia. ¿Qué clase de conducto es ése? El que nos lleva a hablar con nosotros mismos, y ya que estamos construidos por nuestra interacción con los otros, entonces será más eficaz que cualquiera porque podemos, simultáneamente, tender nuestra propia web interpersonal.

Implica un problema, como quiera: el silencio es condición sine qua non para conseguirlo, y eso de callarse implica quedarnos con nuestra propia voz y escucharnos, a veces, es intolerable porque nos tenemos demasiada confianza.

Llevarnos de viaje a quienes llenan nuestros espacios con sus palabras y compañía es, con esta opción, más fácil de lo que imaginan. ¿Se acuerdan de Manuel, el amigo imaginario de Marcelino Pan y Vino? Es posible descubrir a la distancia sitios que podríamos recorrer juntos, idear placeres compartidos porque, cuando callamos, podemos congeniar mejor con alguien, pues muchas veces las palabras interrumpen o transforman el entorno más allá de lo conveniente. Callarse frente a algo -o frente a alguien- nos da una dimensión más cercana a la realidad que nos ocupa.

Acumular palabras, canciones, poemas, recorridos y bitácoras para momentos futuros es una forma infatigable de creatividad y espera; saber que el resultado de todo ello es esperado conforma un círculo que, invariablemente, se cerrará porque no requiere de vías artificiales, señales difíciles de conseguir ni energías restringidas a las grandes urbes: somos nosotros mismos, nuestro pensamiento, que sí tiene voz pero su tesitura se escucha mejor cuando callamos para alguien que nos habla desde el silencio.

(dreyesvaldes@htmail.com)

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