La comunicación es el hit de nuestra era. Las vías que nos permiten estar en contacto se han vuelto indispensables para patentizar nuestra fidelidad en todas nuestras representaciones: somos tan familia, pareja, amigo o empleado según estemos al alcance de la mano... el teléfono o la internet.
Hay otros caminos que la desmemoria civilizada y vanguardista pasa por alto y que, sin embargo, fueron durante siglos las mejores rutas para estar en contacto, principalmente, con nosotros mismos. Hoy, si decimos vías de comunicación, nadie estará pensando en la introspección, por ejemplo; digamos la intracomunicación, si me lo permite la Academia. ¿Qué clase de conducto es ése? El que nos lleva a hablar con nosotros mismos, y ya que estamos construidos por nuestra interacción con los otros, entonces será más eficaz que cualquiera porque podemos, simultáneamente, tender nuestra propia web interpersonal.
Implica un problema, como quiera: el silencio es condición sine qua non para conseguirlo, y eso de callarse implica quedarnos con nuestra propia voz y escucharnos, a veces, es intolerable porque nos tenemos demasiada confianza.
Llevarnos de viaje a quienes llenan nuestros espacios con sus palabras y compañía es, con esta opción, más fácil de lo que imaginan. ¿Se acuerdan de Manuel, el amigo imaginario de Marcelino Pan y Vino? Es posible descubrir a la distancia sitios que podríamos recorrer juntos, idear placeres compartidos porque, cuando callamos, podemos congeniar mejor con alguien, pues muchas veces las palabras interrumpen o transforman el entorno más allá de lo conveniente. Callarse frente a algo -o frente a alguien- nos da una dimensión más cercana a la realidad que nos ocupa.
Acumular palabras, canciones, poemas, recorridos y bitácoras para momentos futuros es una forma infatigable de creatividad y espera; saber que el resultado de todo ello es esperado conforma un círculo que, invariablemente, se cerrará porque no requiere de vías artificiales, señales difíciles de conseguir ni energías restringidas a las grandes urbes: somos nosotros mismos, nuestro pensamiento, que sí tiene voz pero su tesitura se escucha mejor cuando callamos para alguien que nos habla desde el silencio.
(dreyesvaldes@htmail.com)