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ORDENANDO EL CAOS

SOY REDONDA

Dalia Reyes

Buena administradora no soy, eso es definitivo. Y sé que Alá no me dio habilidades de copto, pero tampoco estoy tan sonsa como para pasar por alto cuánto gasto en redondearle la vida a muchísima gente pendiente de mis ferias en el súper, la tienda, la farmacia y con el señor de las naranjas.

"Para una asociación que no me acuerdo cómo se llama y creo que es para lo de la leucemia", así me explicó con todo detalle un joven empleado en cierta farmacia de cadena nacional, cuyo surtido rico consiste más bien en deber centavos, cuando le cuestioné a quién beneficiaría mi obligado redondeo.

Todo empezó, lo recordarán muy bien, hace diez años, cuando nos llenaron el alma y la conciencia con una clara imagen de la filantropía en la cual nosotros éramos los protagonistas. Era, por decirlo así, como esas figuras de cartón tamaño natural, con la imagen de un ángel, el cual, en lugar de rostro, tiene una perforación ovalada en donde cualquiera de nosotros colocaría la cara para la foto perfecta: el Arcángel Gabriel en la anunciación de… Danonino y el redondeo para ayudar a los niños con pie plano.

Cada pequeñín que salía en la tele, opacada su pobreza por la alba sonrisa de Marco Antonio Regil, me hacía sentir que ése, justo ese chiquillo, había recibido una limpieza dental gracias a los 30 centavos que dejé en Walmart, 25 en Soriana, 40 en HEB, 18 en Aurrerá, 49 en la Guadalajara. ¡Ay, Caramba!

Cuando hice las cuentas, decidí decir no al redondeo y entregarle mi cambio al cerillo en turno -ahora ya no son sólo niños, sino también abuelitos-. Pero mi determinación llegó muy tarde: el tema del redondeo se había vuelto tradición, como cortarle una lonja al pavo. (Refiero: una mujer cortaba un costado al pavo navideño argumentando que así lo hacía su madre y le quedaba riquísimo. Un día, la mujer tuvo por ocurrencia cuestionar a su progenitora respecto de ese secreto culinario; ésta le contestó: "Ningún secreto, hija, es que mi pavera era muy chiquita y no cabía completo el animal).

Somos dados a seguir la tradición sin necesidad de conocer la causa -y menos la consecuencia-. Así, somos una especie de Redondeo "Walking Dead": ya ni siquiera nos preguntan si queremos, nada más nos cortan un pedazo, como al pavo, y no tenemos la menor idea de su destino.

Ahora voy a comprar la leche con tiempo, moneda chica y valor suficiente para contestar con aplomo. Cuando la cajera de la farmacia me dice: "Le debo 30 centavos", yo contesto con fiereza "mejor se los debo yo".

Así, compañeros del partido redondeado, hagamos una fuerza común… y un cochinito con todas las ferias prometidas y ya verán lo redondos que nos ponemos todos. He dicho.

dreyesvaldes@hotmail.com

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