Cuando niña, mis paseos eran poco ortodoxos: don Cuco nos llevaba a nadar a lagunas ignotas, caminábamos por horas ataviados con una mochila que contenía todas nuestras posibilidades de supervivencia o lidiábamos con el granizo que interrumpía la ingrata tarea de segar trigo en la parcela del abuelo, cuyos únicos placeres consistían en atiborrarnos de "agritos", unas pequeñas plantas que crecen al lado de las espigas y tienen sabor a limón.
Las cosas no cambiaron mucho en mi adolescencia: pasábamos días y días encerrados en la cabaña de don Pancho Niño porque afuera la nieve apenas permitía caminar; en primavera, acampábamos a medio llano bajo una casa de campaña que muchas veces cedió a la humedad del ambiente o la cercanía de una vaca. Mi hermano aderezaba tales diversiones con escaladas a la sierra por los caminos más complicados y pendientes difíciles de subir.
Fueron los descubrimientos de cavernas que me marcaron sobremanera -y no me refiero a las escoriaciones con que volvía, ésas se presentaban después de cada viaje, independientemente del destino-. En la semipenumbra de las salas, donde podíamos encontrar cualquier clase de animal, alado o no, pendían del techo formaciones imprecisas y sorprendentes que a la luz filtrada por las paredes proyectaban sombras danzantes que figuraban seres controlados por la trayectoria del sol por medio de hilos invisibles.
No podía explicarme cómo se formaban esas piezas duras si no tenían un envase que las contuviera para poder permanecer así. Ahora tengo una explicación científica, pero entender su proceso a través de gotas que depositan minerales y los van dejando para agregar milímetros de extensión a la pieza, no acaba de sacarme de mi asombro.
Muchos años después, entiendo que las estalactitas son una alegoría de nuestro ser. ¿Cómo está conformada la conciencia de cada uno? Con la reminiscencia de cada hecho vivido, de cada persona presente en nosotros porque dejaron su rastro inmarcesible; los recuerdos son esos rastros de mineral de vida que nos conforman.
No hay un envase que dé forma a la conciencia, está hecha de todas esas experiencias y si se esfumara, desaparecería lo que nos hace únicos e irrepetibles. Somos estalactitas en la caverna de la vida y la dureza con que nos caractericemos dependerá de qué clase de minerales nos han dado forma.