No soy fan de los milagros, mas no puedo negarlos, desde luego que han obrado en mí. (Pregunten a mi profesor del Taller de Lectura y Redacción). Sin embargo, sí puedo afirmar sobre este asunto la mucha explotación del tema entre los mexicanos.
Después de "madre" y "güey", la siguiente palabra en el usual vocabulario nacional es "milagro". Nos salvamos, comimos, chocamos y sobrevivimos, volvimos, vimos de nuevo, caminamos otra vez, llegamos de milagro.
Los países desarrollados suelen trocar este término por razones científicas: se salvó por usar correctamente el cinturón de seguridad; chocaron y sobrevivieron por el buen estado de la bolsa protectora; volvieron porque siguieron una ruta adecuada; ve de nuevo porque se recuperó el nervio óptico como consecuencia de la rehabilitación; caminó otra vez porque el diagnóstico inicial era incorrecto, llegaron porque continuaron andando.
La cosa está así: nos gusta ser obrados por milagros cabalgantes, de ahí que las razones científicas quedan en segundo término. Por otro lado, andar por la vida como ser de luz sobre quien entes maravillosos están al pendiente, da muchísima fama, hasta salen en el periódico esas personas.
¿Qué provoca esta consideración? Un montón de gente en el tocadero. Mejor explicado: miles de paisanos gustan de desoír cualquier indicación preventiva, porque, al fin y al cabo, para eso existen los milagros.
Hoy mismo me confesó una amiguita: "yo soy un milagro de la vida, porque tenía una lesión en la columna y yo seguí haciendo ejercicio sin cesar y ahora ya puedo mover los brazos". No quisiera escuchar las razones de su cuerpo, quien en verdad resiente los excesos y, más temprano que tarde, se los hará saber.
Así hay centenares de milagros en personas a quienes le dijeron: nunca más vas a caminar, y ahora andan por la vida compitiendo en maratones. El médico encargado quizá prefiera la versión de lo maravilloso a reconocer un fallo en el diagnóstico.
Ante la violencia palpable de estos días, muchos recurren a esa fórmula y van por las calles en horas pico de miedo y avenidas singulares por su riesgo; si vuelven a casa, regresaron de puro milagro. ¿Por qué habría de suceder uno en quien se arriesga gratuitamente? Tal vez sea más cuestión de probabilidad y estadística, pues el mandato es claro: no tomar manzanas de cierto árbol so pena de consecuencia.
Me preocupa lo gastado de la palabra. Ahora es, también, un eufemismo para minimizar actos socialmente criticables, por ejemplo cuando las cosas dejan de ser milagro para convertirse en milagrito.
Yo nada más digo: a la ciencia lo que es de la ciencia y al milagro lo de él.
(dreyesvaldes@hotmail.com)