Apenas ayer salió en el periódico una alerta ante la profusión de ofertas para cuidar abuelitos. Yo he visto esos anuncios cuando voy por las calles -o sea, casi nunca, pues suelo ser señora de mi casa-. Uno de ellos muestra la rebosante felicidad con la cual un ancianito se deja proteger por cierta enfermera guapetona, madura, tolerante y feliz.
Tras leer la nota en el diario, reflexioné sobre esa publicidad y su posible falacia. Para no ser tan tajante, consideré la posibilidad de exigir una leyenda en letras chiquitas, como esas que debieran ser obligatorias en los menús de ciertos restaurantes: el producto real puede variar respecto de la fotografía.
La práctica social -para estar "de modé" con la educación- me llevó a estrellarme con la realidad, pues en lo referente a la oferta de cuidadoras de abuelitos pudiera ser que ni ella tenga esas medidas ni él ese entusiasmo.
Empecé por la casa -como el buen juez- y traté de encontrar ese entusiasmo en mi padre. Lo vi de soslayo masticar su colación y suspirar al mismo tiempo. Luego, alguien le preguntó sobre la calidad de sus alimentos y él respondió como señor: "sí, pues me lo acabé". Tuve serias dudas respecto de la enfermera: quizá eso congelara su sonrisa.
Ahora bien, sé que hay pensiones cuyos precios alcanzan para contratar a Barbie como cuidandera; a ella no le importaría acabar con las mejillas entumecidas -como la de Toy Story II- por sonreír las 24 horas. ¿Podría mantenerla cuando el hombre se detenga como gato en la puerta para no tomar su baño?
Si no es fácil, compañeros -dice don Ramiro-, ese asunto de cuidar a un anciano implica una fortaleza emocional más allá de la pura sonrisa, por usar una frase duranguense. Si queriendo al abuelito es un trabajo pesado, imagínese usted cuando es por encargo.
Debo admitirlo: hay personas cuya vocación los lleva a los límites de la entrega, pero encontrarse con una de ellas es garbanzo de a libra o moneda de 10 centavos en nuestro cambio. Así, volviendo a los anuncios, es menester aclarar a la enfermera que no es el abuelito de la foto a quien cuidará; a éste, indicarle la posibilidad de encontrarse con un fulano prieto y peludo en lugar de la chica rubia.
(dreyesvaldes@hotmail.com)