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Ordenando el Caos

POLLOS Y MOCOS

Dalia Reyes

Las mamás ya no vemos lo duro, sino lo tupido. Ahora es gripe del pollo, pero nadie asegura que evitemos fiebre de vaca en nuestros vástagos y algodoncillo en el perro.

La modernidad es un lujo para el mundo, suelen decir, pero hay algo fuera de control en todo esto: cuando los médicos van por la leche las enfermedades ya vuelven con el queso. Las más afectadas somos las madres del mundo, quienes tenemos más clientes enfermos al año que los doctores del IMSS.

Si no fuera por las madres, las abuelas, las vecinas y las comadres, la población mundial sumaría sólo el 50 por ciento de su total vigente, porque millones de chiquillos no podrían sobrevivir sin los masajes con manteca, las barridas con pirul, los chiqueadores de frijol, el licuado de lechuga o el tomate caliente en la garganta. Estos remedios ancestrales siguen vigentes y muy útiles en tanto algún bendito investigador tenga a bien darle alcance a las nuevas enfermedades transmitidas por quién sabe qué chango o traídas de lejos en quién sabe qué avión.

Nuestras antepasadas madres solían lidiar con sarampión, paperas, varicela y mocos cotidianos, salpicada la vida con algunas fiebres. Eso no era poco, pero sí vuelve demasiado el riesgo actual donde sobrevivimos chicos y grandes, pues la globalización ha multiplicado padecimientos y sus nombres.

Eso, los nombres, empezando por saber distinguir si la gripe es la 1 o la 42, si la fiebre es del tipo cálido o febril, o si la erupción es herpes 25 o restos de comida untada ayer. En verdad, me cuesta creer cómo alguien calificado como un angelito o el futuro de la humanidad pueda albergar tantos gérmenes, bacterias y otros bichos malignos pugnando por salir a cada rato.

Las bisabuelas mantenían la canasta de vegetales bien surtida y vivían cerca de la naturaleza, en donde estaba, a tiro de piedra, el remedio a las enfermedades; nuestras madres apostaban por un incipiente servicio médico público, compraban mejoralitos y conservaban la canasta. Nosotras cultivamos vacunas personales en cajas de Petri, armamos farmacias completas en los botiquines, somos expertas en herbolaria y nos deshicimos de la canasta, porque hoy los vegetales se compran enlatados.

No nos damos abasto, de veras, con tanta nueva enfermedad y fiebres raras, estamos al borde de la locura y eso no lo quitan chochos ni chiqueadores de ruda. Qué lata.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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