Diría Murphy que todo lo que pueda caerse, caerá. Podría ser del filósofo de Güemes o de Newton, sea cómo fuera, es una verdad axiológica.
La contradictoria esencia femenina hace caso omiso, o finge no saber, de esta verdad innegable, y nos hace sumar a nuestra naturaleza expandible y en franca caída otros implementos que también son atraídos, eventualmente, por la fuerza de gravedad.
En pocas palabras, quiero decir lo siguiente: si ya muy ubicadas partes de nuestro organismo van cediendo al peso del tiempo, ¿por qué nos empeñamos en ponernos más adornos que, sabemos de cierto, tarde o temprano se nos van a caer? Y no estoy hablando de las cirugías y esas cosas tan de moda, son esos objetos que en unos segundos nos convierten en modelos y en unas horas en vergüenza.
Vamos de arriba abajo. Las extensiones de cabello, por ejemplo. Una amiga de corta melena rizada en un par de horas se convirtió en lacia y con una sexy cabellera casi hasta la cintura. Salió contoneándose y moviendo al aire su adquisición. Dice que al llegar a casa parecía uno de esos perritos callejeros con huecos morados en su calva porque dejó en el autobús la mitad de sus cabellos.
Las pestañas postizas suenan a pasado, pero no se lo crean muchachas, ésas que tienen las modelos en los comerciales de rímel suelen ser falsas, tal como lo aceptó Penélope Cruz. El otro día entrevistaron a Talina Fernández y, sobre su párpado que ya cede a la edad, colgaba media pestaña tapándole casi en su totalidad el ojo. Aún así, la mujer se veía muy guapa, pero claro, era Talina, no quiero imaginarme a una de nosotros presumiendo esa caída.
¿Qué me dicen de las copas de gel? Dizque se pegan en quita y pon hasta por un año porque tienen un adhesivo infalible. Más infalible será la lista de excusas que encontremos para explicar por qué un pedazo de bubi nos está saliendo por debajo de la blusa, porque en cuanto empieza a hacer calor y nuestros humores acuosos hacen presencia, de que se cae, se cae.
Los rellenos de las pompis y las uñas postizas también ceden a la gravedad tarde o temprano. Así que en caso de emergencia, no nos queda otro argumento más que decir: "Ay, es que me senté de ladito toda la mañana", o bien "Así me puse las uñas, unas sí, otras no, por lo del Halloween, ¿entiendes?"; a veces, tratamos de esconder los dedos desuñados y lo único que logramos son señas que pueden entenderse como obscenas.
Bueno, sé de alguien a quien se le cayó el fondo en un súper mercado y lo único que dijo al llegar a la caja fue: "Este es mío, señorita" y se lo guardó en el bolso.
Así las cosas ¿qué más se nos podrá caer?
(dreyesvaldes@hotmail.com)