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ORDENANDO EL CAOS

MI ÚLTIMO FACE

Dalia Reyes

Un amigo virtual compartió su experiencia mensajeándose por Facebook con su tía: "Hola mijo, salúdame a tu mami". A él le sorprendió lo coloquial; a sus contactos, la temática, y a mí me llevó a pensar en la relevancia de nuestras letras.

Sé cuán importantes son nuestras frases a lo largo de la vida. Seguramente, también lo sabían todos esos filósofos griegos y el de Güemes, Mahatma Gandhi, Paulo Coelho y Arjona, pues se dedicaron a hacer frases en una acción visionaria considerando que todas son muy ad hoc para las redes sociales.

Todos tenemos en la memoria un cajón reservado para las frases inmarcesibles de los abuelos, sin embargo, sólo las usamos en charlas de sobre mesa. Debo decir, sin temor a equivocarme, que muchas de ellas son más valiosas que ciertos escritos en los muros compartidos del Face.

Estarán ustedes de acuerdo, amigos míos de verdad, que sería más valioso rememorar aquella frase de doña Andrea, "en la vida y el amor puras cosas raras" antes de publicar "aquí comiendo unas quesadillas". Hablamos sólo de una dimensión en lo escrito: la trascendencia. ¿Cuánto beneficia al mundo enterarse el sitio en donde será la reunión de amigas el próximo jueves? Ni siquiera estamos invitados, a más de desconocer en donde viven Lupita y Yoya.

Pugnaré por un ejercicio consciente en las publicaciones "facebookeras". Para ello, hago el siguiente parangón: si nos avisaran que sólo tenemos 24 horas de vida ¿cuál sería nuestra última comida, el último baile, las palabras finales? No pienso elegir ni atún con galletas, ni "La cosecha de mujeres, nunca se acaba" ni decir "bueno, hace friíto, me voy a ver la tele".

¿A usted no le han avisado nada? Pues le tengo noticias: nadie nos hará notificación de semejante cosa, por esa razón bueno sería escribir como si fuera lo último en la vida. Sobre todo porque hoy, la primera noticia de un deceso, se acompaña con las últimas publicaciones en Facebook.

No quisiera imaginarme un desplegado en donde se anuncie que Dalia Reyes pasó a una mejor vida, viajó a un lugar mejor y sus últimas palabras en el muro fueron: "las tunas me estriñeron". ¡Por Dios, no es legado para mis hijos! En verdad, creo que ellos esperarían las coordenadas en donde guardo la llave del ropero o algo así.

Si de veras estamos listos para partir, demostrémoslo con un esfuerzo mental diario y erradiquemos la diarrea cerebral con Lomotil restregado y demos paso a nuestra sabiduría perdurable. He dicho.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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