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Ordenando el Caos

MARIDO AL FIN

Dalia Reyes

Mujer que cocina al gratín… su marido no tiene buen fin. Sí, señor, es una copia barata de la famosísima frase usada por Rosario Castellanos, pero sirve a mis intereses.

La proliferación, casi casi plaga, de programas culinarios en radio y tv, así como decenas de revistas con recetas de cocina, mucho colaboran para un desenlace fatal en una relación cuyo sino podría ser el simple y sencillo "vivieron felices para siempre".

En el pasado, estaba muy claro el perfil de ingreso al matrimonio para una mujer común -no corriente, pues ellas siempre han gozado de mayor libertad y múltiples opciones-: que sepa coser, que sepa bordar, que ponga la aguja en su lugar. Colorín, colorado. ¿Quién podría equivocarse con ello?

Las señores de a deveras, sabían cocinar un guiso para cada día de la semana, con frijoles, por supuesto; hacían pan de acero; atoles, si era menester; cuajaban cuajada (eso quise decir); hacían tortillas, y café. La vida, a ese respecto, era relativamente sencilla.

Hoy en día, una verdadera dama sabe cómo cocinar unos platillos japoneses, con tofu y todo; pastas italianas; postres griegos; panes franceses y menudo no, porque la elegancia y clase vigente le hace el fuchi a la comida mexicana, sea por grasosas, picante, especiada o demasiado común.

Como sea, los maridos que han logrado mantenerse con vida, deben de forjar su estómago a partir de chambrulé, algas crujientes, merluza picante y soplo de carne de venado, todo esto preparado por una novel mujer con poco tiempo para invertir en una buena instrucción para que las algas crujan, la merluza pique y el venado no resople al emplatar.

De entrada, los ingredientes requeridos para la cocina internacional no están tan a la mano como una quisiera -y el viejo más-. Así, en lugar de algas ponemos acelgas; por merluza, damos atún enlatado, y siendo el venado un animal rápido y difícil de alcanzar, lo cambiamos por cerdo. Los resultados se adivinan fácilmente.

Cuando un hombre se sienta a la mesa y su querida y hechurosa mujer le sirve un platillo acompañado de la aclaración: "Espero que te guste mi versión de Pinchos de pollo al ajo", puede adivinar en su futuro cambios bárbaros en su vida y, específicamente, en el intestino.

Considero yo, en mi humilde opinión, que bastaría con un programa y dos revistas. Si logramos reproducir con decencia sus consejos y contenidos, los médicos de la colonia tendrían menos trabajo y los maridos menos susidios.

Gusto de la cocina internacional, sobre todo si alguien más es el cocinero, pero a menudo se presenta una añoranza por los frijoles charros y los tacos al pastor, que bien vale la pena volver a las raíces, antes de ponerlas en el horno.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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