Todos somos una mixtura, mezcla entre homogénea y no de nuestros antepasados mediatos e inmediatos. Yo, por ejemplo, tengo la piel de mi abuela Aurora, los ojos del abuelo Epigmenio, las piernas de Teodora y los bigotes de mi abuelito Felipe. Desconozco, lo acepto, si a él también le sudaba el bigote o alguna otra parte de su humanidad cuando entraba en crisis de ansiedad.
No se rían ustedes, señoras y señores míos, es un padecimiento muy serio, bochornoso y difícil de resolver, esto por lo siguiente: no me suda cuando me río, si me pasa es porque estoy acalorada toda yo y porque, desde mi naciente uso de razón, me pasa cuando menos debe.
Ni se crean, tampoco me subestimo, traumo o menosprecio por dicho mal, pues sé de cierto que otras personas se les acaloran otros sitios de la anatomía si están nerviosos. Las manos, por ejemplo, es el caso más común entre los inseguros, por cierto que también son los más insensatos, pues anda les costaría saludar de abrazo y beso en lugar de dar la mano.
Previendo el acontecimiento, antes cargaba klenex, pero desde aquella ocasión cuando acabé muy cerquita de mi labio superior, pero tapizada de motas blancas, lo cambié por uno muy lindo bordado en tela. Pero hay otros casos más complicados de llevar en público, como esos seres hipersensibles quienes tienden a cambiar de color conforme hablan en público. Déjenme decirles que su inseguridad no es directamente proporcional a su inteligencia, pues tengo casos de individuos sapientísimos pero capaces de hacer como esas muñecas Mermaid de Disney: cuando entran al agua se ponen azules.
Algunos otros empiezan a parpadear si enfrentan situaciones complicadas, generalmente cuando se exponen ante el público; muchos transpiran lo suficiente para irse directo a un concurso de camisetas mojadas; otros, sobre oxigenan el cerebro y desmayan. A una vieja amiga mía le daba por empezar a quitarse la ropa, ella decía que era un acto reflejo, lo cierto es que nunca tuvo necesidad de impartir conferencia alguna, mas siempre recibía aplausos y reconocimientos.
Son fobias, supongo yo. Cada quien las externa cómo y por donde puede, aunque no sé de cierto si mi bigote sudado en situaciones difíciles sea una buena o mala noticia. Como sea, estoy a la espera de que las modelos europeas pongan de moda el mostacho femenino para acabar, de tajo, con mi problemita.
(dreyesvaldes@hotmail.com)