Confiar en los demás cada día es más difícil. Andamos en la calle con el corazón apachurrado porque le negamos un peso a un pedigüeño, pero ese corazón de pollo se pelea a gritos con la conciencia de que probablemente mi aportación vaya a parar en una dosis de droga o alimentará una acción de abuso.
Creer en las personas, tal parece, se ha convertido en un negocio poco provechoso para los ingenuos, y de ahí que dudamos hasta de nuestra sombra, sobre todo sí se refleja más pesada y añosa de lo que somos en realidad; en ese caso, seremos capaces hasta de negarla o buscar una más esbelta y alargada.
Hace ya algunos años, los propósitos educativos de todos los niveles revaloraron el proceso, es decir, calificar con un examen nada más resultaba injusto porque los estudiantes podían haber demostrado sus habilidades y conocimiento en el esfuerzo, aunque al final el producto fuera deficiente por variables que a la hora de presentarlo el muchacho no podía controlar.
Todo fue bien hasta que el recurso de "hice mi mayor esfuerzo" se convirtió más en una excusa que en un aval honesto. El caso es que hoy, pasado el tiempo, aun los universitarios esperan que sus evaluaciones sean optimistas a pesar de la nimia calidad de su trabajo: así, pueden entregar un texto vacío de sentido, plagado de errores ortográficos y sintácticos, y esperan la compasión del docente al agregar un "me quedé toda la noche trabajando", "ando todo desvelado por lo del trabajo", etcétera.
Los sacrificios que hace cada quien para lograr algo -no solamente en la escuela- de una o de otra manera deben reflejarse en los resultados o no esperar que un deficiente proceso nos dé un producto refinado, eso no pasa en la vida real. Y lo que tampoco debe de pasar es que pretenda sustituirse un buen trabajo con una excusa.
Escuché en una película con Jodie Foster como la actriz reclama a su abogada -quien la defiende por ser víctima de violación- los malos resultados. Ésta le dice que hace todo lo que puede y Foster le grita: "¡puedes muy poco!". Al final ganan el juicio las mujeres y la abogada demostró que sí podía más.
A veces, dudar nos evita caer en manos amañadas, y a los amañados los ayuda a hacer un esfuerzo que realmente se vea en sus productos.
(dreyesvaldes@hotmail.com)