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Ordenando el Caos

LA DALIA NEGRA

Dalia Reyes

De todos los alumnos que he tenido, hablarán mal de mí dos o tres… millares. Desconozco la cantidad y calidad de comentarios sobre mi persona emitidos en las boquitas de mis ex y actuales estudiantes; la verdad, prefiero quedarme en la ignorancia.

El asunto ventilado ayer, en el cual una maestra exhibe el regaño a sus alumnos por insultarla, realmente de muy fea manera, a través de Twitter, me ha metido en un profundo dilema existencial.

No, ciertamente, ni Buda quedaría impávido ante los calificativos puestos a la docente, considerando que, además, incluían una maldición que hoy parece cumplida sobre la desesperada mentora: ".… pero me las ba a pagar… ojalá renunsie de la scool"; como es evidente, omití la peor parte. Así estaba escrita la profecía, y ándele usted que se cumplió pues, hasta ahora, por lo menos fue suspendida para impartir clases. (Espero no haya sido la profe de Español, aunque ya muy poco se puede hacer con la ortografía de muchos estudiantes).

La situación se complicó no por la maledicencia ni por el regaño, sino por la exhibición. La primera, siempre ha existido; el segundo, siempre ha sido necesario, pero la tercera, es un asunto tan nuevo que no podemos legislar con claridad ni en lo legal ni en lo moral, y ese devaneo provoca que se cometan tantas injurias como injusticias entre profesores, alumnos y lo que le sigue.

Mala suerte tuvo la maestra, o tal vez, una pésima decisión. En primer lugar, la ética no recomienda compartir redes sociales personales con los estudiantes -para eso están los Face Book académicos-; en segundo, atender a todas las rayaduras de progenitora recibidas por quienes dan clases, nos llevaría a saturar Youtube, Google y Ares con nuestras evidencias de agresión. Todos los días algún alumno inconforme nos coronará con la más florida de sus adjetivaciones; en este caso, ella tuvo la mala pata de enterarse.

¿Qué es lo correcto? No es fácil, compañeros, diría Don Ramiro. La alumna se disculpó, borrará su tweet -aunque no le sea posible hacerlo con los de aquéllos quienes lo compartieron- pero nadie impedirá que siga pensando cosas terribles de su maestra y muy probablemente las comente, con más cuidado, sin publicarlas, en corrillos. Eso es incontrolable.

Todos hemos tomado nuestras posturas. Sí, a su servidora también le herviría algún líquido corporal al leer semejante cosa refiriéndose a mi persona, pues a diferencia de las que han proferido los últimos 28 años de mi carrera, en este caso me habría enterado de la más reciente. Cuán terrible es darse cuenta.

Como sea, alumnos míos todos, echen a volar sus pensamientos, al fin y al cabo yo también tengo los míos, pero no los publiquemos en ningún lado y todos quedaremos contentos. ¿Qué tal?

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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