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Ordenando el Caos

"MISS" ALGIAS

Dalia Reyes

Espero entrar pronto con el gastroenterólogo porque en una hora tengo cita con el dermatólogo; mañana, prueba de laboratorio. Y decía mi vecina que la limpieza nos salvaba de todo mal. Pues no, ni siquiera la de pensamiento, porque ésa nos empina ante el más listo: hay que dudar de todos.

Viene esto porque leí un bonito artículo sobre los métodos de limpieza que debemos tener en casa para no enfermar. Lo leí con alborozo porque ahora viene a resultar que nos estamos enfermando muy al estilo medieval, es decir, por falta de higiene y excesivo contacto.

Decía el texto de la gran cantidad de ácaros que se pueden quedar a vivir en nuestras almohadas -inevitablemente, recordé al personaje de Horacio Quiroga, mujer desdichada a quien unos animalejos extraños le extraen el cerebro cada noche, así que murió descerebrada, pero esto no me consuela, porque aún sin encontrarme sesos algo buscarían para comer-. Por lo tanto, decidí cambiar los blancos con tal frecuencia que me entró una gran preocupación ecológica por la cantidad de agua con tanta lavandería. Los saqué a asolear y llené mis tendederos, así que pedí prestados los de la vecina. Pero ¿y si la vecina no lava bien su ropa y me pasa los ácaros de su cabeza a mis sábanas que ya habían echado en corrida a los míos propios?

Cada mañana, investigaba a la vecina para saber si sacudía correctamente sus sábanas antes de asolearlas. ¿Y qué tal si en la sacudida los aventó a mi patio? De nada servía entonces la oreada de mi ropa. Mandé techar todo el patio… pero ya no entraba el sol. Le puse tragaluces apuntando directo al tendedero y parecía que con eso el problema estaba resuelto.

Imaginé a los malditos animales subiendo en la evaporación provocada por el calor. ¿Por dónde iban a salir? Les juro que vi cómo mi techo recién colocado tenía una cubierta de seres andantes. Es más, a uno le pude observar en el hocico un rizo de mi cabello.

Como quiera, seguí leyendo el artículo y llegué al párrafo en donde dice, tajante y redundante, que el polvo no se transforma ni desaparece, sólo cambia de lugar. Lo que quiere decir que el polvo de cualquiera pudiera estar sentado en mi sillón de pensar.

Llegué al final del artículo a pesar del creciente sobre mi persona. El final, ya lo pueden adivinar, pero el proceso, mañana lo acabo de contar.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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