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Ordenando el Caos

MEJOR EN LA MANO

Dalia Reyes

Cuando voy al súper, le dedico todo el tiempo habido y por haber: 20 minutos en abarrotes, 15 para la pescadería y dos horas en frutas y verduras. Sí, ciertamente, estoy a favor de la dieta equilibrada e inocua basada en alimentos verdes y naturales, pero para ello sólo requiero 15 minutos, el resto lo invierto en abrir las bolsas plásticas.

Recién hacía el aspirantado como ama de casa, supuse toda una maquiavélica mercadotecnia invertida en ese asunto: las señoras quedábamos más tiempo en la tienda, recordaríamos otros productos por comprar, en fin. Sin embargo, cuando ya fui novicia, empecé a dudar de tan profunda inteligencia corporativa, pues ninguna de mis congéneres parecía contenta de permanecer diez minutos discutiendo con un trozo de plástico transparente.

Ya tomados los hábitos y adquirido el hábito de hacer compras en los supermercados, he comprendido la situación como una completa y sublime actitud desconsiderada para con nosotras, su razón de ser. Desconozco si aparece en la Carta de los Derecho Humanos, pero nadie merece salir con la boca seca y las manos enrojecidas luego de comprar frutas y verduras. (Sigo hablando de bolsas en el súper).

Un grupo de amigas y yo hemos creado el Club para Combatir los Traumas Post Embolsamiento de Frutas y Verduras (CCTPEFV). Cada mes, hacemos lo posible por paliar los daños causados a nuestra dignidad en ese trance público; no es para menos, una compañerita afiliada fue envuelta en camisa de fuerza tras intentar, sin éxito, abrir la boca en una de esas bolsas para meter en ella dos kilos de plátano: usó la punta de sus dedos, en actitud por demás femenina; luego restregó con cuidado ambos lados; jaloneó enseguida cada extremo; la golpeó contra los contenedores y el piso y se lió en una contienda tipo sumo cuyos resultados fueron cargos por daños a terceros y una bolsa que, hasta la fecha, se mantiene cerrada.

Algunas proponen la técnica "dedos mojados"; cuando hay buen tiempo, se usa la humedad sobre las zanahorias; cuando no, o sea, la mayoría de las veces, hay que usar la boca: con delicadeza y como sin nada, se mojan las yemas con salivita -con la propia- y se procede a abrir el envase.

A menudo pienso en las opciones ecológicas para mantener el medio ambiente sano y la mente estable: llevemos la fruta suelta, carguemos bolsas de tela, usemos las manos o cualquier cosa que se les ocurra menos continuar ese martirio semanal al buscar encontrarle la entrada a algo que, en apariencia, no tiene salida. Por lo pronto, los invito a enviarnos sus técnicas más exitosas; reconocemos derechos de autor. Gracias.

  (dreyesvaldes@hotmail.com)

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