Apenas me recupero, la impresión no fue para menos. Claro decía en los mensajes nuevos: Delia te etiquetó en una foto en la que apareces: era una figura cerámica, copia fiel de cualquier mujer pintada por Fernando Botero.
La mujer está hecha en cerámica y echada sobre un sillón o algo así; muestra sus muchas curvas sobresalientes en tanto presiona notablemente el cojín sobre el cual reposa. Las muchas y abundantes turgencias son contenidas apenas por un vestido notablemente verde incapaz de esconder el vientre protuberante.
Apenas supo la remitente sobre mis pesares, trató de disculparse incluyendo en su perorata un brevísimo curso sobre el uso y abuso de fotos y etiquetas en Facebook; 25 inbox después, sólo entendí esto: cada quien puede hacerte aparecer en donde le dé la gana.
Antes tuve algunos tropiezas al respecto, aunque, hasta ahora, ninguno tan significativo. Una querida amiga subió una imagen de ella, en donde resaltaban sus grandes ojos y franca sonrisa; se los juro, decía "una foto en la que apareces". Traté de encontrarme por ahí en una esquina, tras el sello del papel -o tras el código de barras, como le sucede a Wasauski en Monsters Inc-, pero nada; luego vino a mi mente la idea cruel: entonces soy yo, ésa es mi imagen y no la de la amiga querida; tal vez el rostro conocido por mí es ella y el que pensé ajeno me pertenece. ¡Válgame el enredo!
En el pasado, una foto en la que aparecíamos nos mostraba a cabalidad, por lo menos nuestra parte más representativa; verbigracia: al señalar a las personas, cualquiera podía descubrir el fleco despeinado e irregular de un chico, la comisa de la boca de otro o el arco de una ceja, como sea, se daban pruebas fehacientes de su existencia en el evento. Ahora no, todo es diferente y tristísimo.
No ve cómo se harán los álbumes de fotos para nuestros nietos; seguro entrarán en un conflicto existencial y tratarán de encontrarse parecido con un Meme en donde se asegura aparece su abuela. No estoy muy cómoda con la modernidad, verdad de Dios. (dreyesvaldes@hotmail.com)
