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ORDENANDO EL CAOS

SÍ TENDREMOS REYES MAGOS

Dalia Reyes

De que existen los Reyes Magos, existen; de otro modo, los niños del centro y sur mexicano se quedarían como el chinito, nada más "milando".

Cuando mis hermanos y yo éramos niños -no, señor, hablo de la época Parchís, nada qué ver Ninón Sevilla adolescente- los regalos eran otorgados por el Niño Dios. Muchos años tardé en cuestionar esa posibilidad, pues siendo tan humilde el chiquitito, cómo podría encontrar numeroso tiliche para tantísimos niños en el mundo, y que conste, desconocía con precisión los datos mundiales de población y todos sus detalles.

Alguna ocasión, recuerdo, pensé en que todo era gracias a una buena repartición milagrosamente multiplicada de los presentes llevados por Melchor, Gaspar y Baltazar; luego, ya con más congruencia, asumí aquello como producto de algún intercambio hecho en casas de bolsa alrededor del mundo: oro, mirra e incienso por algunos dólares.

Lo de los dólares es real. Yo veía a mi tía Azucen que sacaba de su camioneta mágica cuánta cosa traída de Laredo: las muñecas más fantásticas, los carritos a control remoto, radios con toda clase de frecuencias y ondas, ropa imposible y mantequilla como nube. Con lo anterior, suponía que cualquier transacción exitosa tenía que ser en dólares; como ven, fui acertada en mis observaciones, no sé cómo acabé escribiendo esto y no estudié economía en Harvard.

Como sea, si yo andaba perdida con mi mecenas, tenía compañeritos en la escuela primaria quienes estaban ciertos de que sus benefactores eran la mula y el buey. Su razonamiento tenía mucha lógica, porque, a ver ¿quién podría cargar tantos regalos por todo el mundo? Pues nada más dos así, por eso ahora imagino su pesar cuando se enteraron de la disposición papal para desaparecer a estos importantes personajes navideños.

Sea quien fuere el regalador, los niños, con toda y la creencia en pleno, no dejamos de cachirulear, pues el espíritu de la Navidad siempre está directamente relacionado con la cantidad y calidad de los obsequios. Yo recuerdo cómo gustaba de viajar al D.F. pasado el 25 de diciembre; allá vivía mi hermana y celebraba el 6 de enero con mucha efusividad… y más presentes. Así que le pedía un permiso velado al Niño Dios, exacerbaba mi agradecimiento por los presentes dejados bajo el pino, y me ponía de modo para que los Santos Reyes se fijaran que ya estaba esta niña en su zona laboral, no me fueran a dejar bailando.

Ya sé cuánto se promueve el espíritu de estas fechas para entendernos en el amor, la unión familiar y las bonitas amistades; estoy de acuerdo… pero los regalitos siempre son muy lindos.

dreyesvaldes@hotmail.com

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