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Pacto sí, Pacto no

PATRICIO DE LA FUENTE
"La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos".— Enrique Múgica

Recuerdo bien la muerte de Santiago Carrillo, histórico dirigente del Partido Comunista español ocurrida el año pasado. No sé qué fue más emotivo, si el deceso en sí o la forma en que la clase política en su conjunto -de derechas a izquierdas pasando por el centro- y los ciudadanos de a pie, se expresaban de un hombre con el cual quizá mantuvieron importantes diferencias ideológicas de fondo, pero cuyo amor a la patria y apuesta por una España plena en libertades y democracia, pudo más que cualquier cosa, venció todas las inercias, hizo posible lo inimaginable.

Todos lloraron a Santiago Carrillo, desde Felipe González hasta los hijos de Adolfo Suárez, ex Presidente de derechas del Gobierno. "El hombre que supo disentir", le llamaron a Carrillo, cuyo periplo inicia durante la Guerra Civil como integrante de las Juventudes Socialistas, hasta el reconocimiento que hizo de la bandera, la Corona y el incipiente gobierno de Suárez, a fines de los setenta. De Carrillo quedan las imágenes del golpe del 23F y la toma del Palacio de los Diputados, cuando en una actitud que destacó por su valiente gallardía, se negó a tirarse al suelo por órdenes de los golpistas.

Sí, Carrillo supo disentir, pero también tendió puentes de entendimiento con posturas ideológicas y políticas diametralmente distintas y en apariencia irreconciliables, todo por un bien superior, por un precepto moral justo: la noción de que la Patria es primero. Por eso lo lloraron amigos y enemigos al igual, lo sabían un hombre bueno, un hombre congruente. Comunista sí, pero congruente hasta la médula y eso, en nuestros días, se valora porque es una cualidad muy escasa de nuestra condición humana.

A últimas fechas pienso mucho en Carrillo, en Suárez, en Felipe González, en Su Majestad el Rey y en la firma del Pacto de la Moncloa. Las comparaciones, y más tratándose de política, no son buenas, no aplican en México, me dicen. Aquellos fueron hombres dotados de visión, con madera de estadistas, señalan, y precisamente de tales liderazgos estamos huérfanos, reviran. "¿Por qué piensas tanto en España?, preguntan. Es francamente odioso"…

Pero sí, pienso en España porque me gustan los casos de éxito y en algún momento creí que la firma del Pacto por México, como símil, podría serlo. Sin embargo y sin justificar al Presidente, a su Gobierno y a las triquiñuelas de las que se vale el PRI en cada elección para hacerse de votos, hoy percibo que el Pacto se podría descarrilar en cualquier momento, lo noto endeble, supeditado a las pasiones y vaivenes y al interés político más que a otra cosa. ¿No que estaba por encima de todo? ¿Por qué el "adéndum", las adiciones y el desconfiar los unos de los otros? ¿Tan endeble es nuestra apuesta por la democracia? ¿Tan pobre el afán reformista? ¿De qué se trata?

Y es que desde principios de año se ha vuelto costumbre que Gustavo Madero, del PAN, y Chucho Zambrano, en representación de las izquierdas, condicionen su estadía en el Pacto, emplacen a Peña Nieto a cumplir sus acuerdos, amenacen con irse a cada rato.

Justificadamente o no, el caso es que por lo menos ahorita y de cara a las reformas estructurales pendientes de aprobar, ninguno lo hará, no tienen tal capital político para dilapidarlo así, hacerlo sería el suicidio para ambos y para sus partidos. Se trata de chantajes, simples lloriqueos de una oposición que no sabe serlo y que confunde su rol, que extravía sus propósitos, que mezcla la gimnasia con la magnesia y se pierde en el monólogo de siempre, el que pospone las cosas, traba los acuerdos, imposibilita las reformas y le pone piedras al desarrollo. Lo hizo el PRI el sexenio pasado, hoy lo replican PAN y PRD porque pareciera ser que es más redituable para ellos asistir al fracaso de sus enemigos, que remar juntos.

No, aquí no hay quien viva, ni Santiagos Carrillos ni cosa que se le parezca. Aquí los políticos van primero y luego, hasta el último, la Patria. Por eso las comparaciones son odiosas y no nos sirven, me reiteran.

Twitter @patoloquasto

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