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Palabras de Poder

La falta de carácter

Jacinto Faya Viesca

COLUMNA PÓSTUMA

‘La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna’

“Cada cual es artífice de su propia fortuna”, escribió el pensador Claudio de la Roma Antigua. Es cierto lo que escribió el poeta alemán, Goethe, en relación a los esfuerzos que hacemos para labrarnos una vida útil y satisfactoria. Goethe, dijo:

“El mayor merito del hombre consiste en determinar en la medida de lo posible las circunstancias y no dejar que en la misma medida las circunstancias lo determinen a él”.

Por más difíciles que puedan ser nuestras circunstancias en varios periodos de nuestra existencia, la realidad es que gozamos de la libertad para elegir el menor daño o el mayor provecho en una circunstancia en la que estemos inmersos. Y en éste sentido, podemos esforzarnos por imprimirle a nuestro trabajo y a los actos de nuestra vida, un permanente toque de excelencia. No importa que nuestro oficio sea muy simple para los demás. Lo esencial es que sea para nosotros (en el límite de nuestras posibilidades), una oportunidad para hacer de nuestra existencia una obra maestra.

Y de igual manera, sean cuales sean nuestras circunstancias, podemos elegir hacer de nuestra existencia una vida mediocre, chapucera para nosotros y los demás. ¡Está en nosotros lograrnos o malograrnos! Depende de nosotros en gran medida, vivir de manera satisfactoria, o bien, encontrar al borde de nuestro sepulcro una vida de torpezas, desidias y abandono.

Podemos abrazarnos con la buena suerte y hacerla nuestra mejor aliada, y también podemos alejarla de nosotros a causa de nuestra imprudencia y negligencia. Para el filósofo alemán, Shopenhauer, “La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna”.

De igual manera pensaba Goethe: lo determinante en la vida de un hombre es la personalidad, y ésta la forjamos con nuestros actos prudentes, eficaces, con nuestro trabajo esforzado y con el cumplimiento de nuestras responsabilidades y obligaciones. Si nos abrazamos con la buena suerte y la conquistamos a base de nuestra generosidad, gentileza y actuaciones oportunas y eficaces, la buena suerte producirá el efecto mágico a que se refirió Publilio Siro, de la Roma Antigua: “Contra un hombre afortunado apenas tiene poder un dios”.

Debemos trabajar en la formación de nuestro carácter, y todo lo demás se nos dará por añadidura. Las riquezas son frágiles y veleidosas; hoy están con nosotros llenándonos de mimos, y mañana nos abandonan sin compasión alguna. Las riquezas igual se comportan como madres cariñosas que como madrastras siempre enojadas.

En cambio, el carácter bien forjado a base de esfuerzos y trabajo, permanece firme y duradero. Un carácter como el mejor acero al rojo vivo en la fragua, forjado en el yunque y los golpes del mazo, es inmune a los incendios, a las crisis económicas y a las malas voluntades.

El Presidente estadounidense, Lincoln, decía: “No estoy obligado a lograr todo cuanto intente; pero si lo estoy a ser hombre entero. Estoy obligado a ser fiel, verídico y probo lo mejor que pueda y sepa. Todo lo que de esto me apartara fuere despreciable cobardía”. El conde de Chesterfield, en su obra “Cartas”, escribió: “Sin un carácter digno, es imposible abrirse camino en la vida”. ¡Debemos grabar en nuestro corazón la idea de que nuestra independencia económica no lo da una situación prospera, sino un carácter firme!

Nuestro carácter es la mitad de nuestros éxitos y con un poco de suerte, la rueda de la fortuna no dudará en encumbrarnos. ¡No hay la menor duda!: una de nuestras peores desgracias consiste en carecer de un carácter bien templado.

Las desgracias se ensañan con los débiles de carácter, pues poco pueden hacer con los hombres de carácter firme y de voluntad resuelta. A los infortunios no les gusta llegar uno por uno, sino abalanzarse en compañía de otros infortunios. Un carácter débil y mal formado puede contener a un infortunio cuando le llega solo, lo que rara vez sucede, ya que no hay nada que más le guste a las desgracias que llegar en compañía.

Ante un carácter robusto, resuelto y firme, los infortunios que llegaran juntos, se dispersan; algunos se van para no regresar; otros, se confunden y atacan con menos fuerzas. ¡Y es que el universo respeta y admira al que lucha con bravura y dignidad! ¡Y si el cielo se le viene encima, la espada de su carácter fuerte, lo detiene!

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