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PALABRAS DE PODER

El yugo de la codicia

JACINTO FAYA VIESCA

Viviendo con sencillez, es la única forma de lograr el más alto sentimiento de grandeza espiritual

Amigo, le dijo el Aprendiz al Sabio: platícame un poco de lo que tú piensas del filósofo griego Epicuro, que nació hace más de 300 años antes de Cristo. ¡Con mucho gusto! Para empezar - le dijo el Sabio -, se trata de uno de los filósofos más calumniados y mal entendidos de la historia. Es cierto que Epicuro defendió "El placer" como el bien más apreciado a que puede aspirar todo ser humano. Pero Epicuro entiende por "placer" la ausencia de dolor y sufrimiento. Este filósofo gozó de un espíritu de claridad y de grandeza espiritual excepcionales.

Epicuro - siguió hablando el Sabio - observó durante toda su vida una conducta moral propia de los hombres de mayor nobleza espiritual. Vivió de la manera más sencilla, sin ningún tipo de lujo, ajeno a toda codicia y a cualquier placer sensual ilícito. El filósofo alemán, Nietzsche, llegó a decir que, en todo cuanto pensaba y deseaba, mantenía la vista fija en Epicuro, y que sentía la mirada fija en él.

Con lo que me relatas - le dijo el Aprendiz a su amigo el Sabio -, en nuestra actual sociedad de consumo desmedido, de codicia y de un pleno desenfreno en todo tipo de placeres, la filosofía de Epicuro podría ser el remedio a tantos males sociales que nos aquejan. ¡Tienes toda la razón - le contestó el Sabio! Hoy en día - continuó el Sabio - no conocemos la verdadera libertad. Esta inmensa idea se ha destrozado, y lo que impera hoy en día es un libertinaje que está desgarrando a nuestra sociedad. Para Epicuro la voluntad del espíritu humano consistía en una "libertad" que acerca a los hombres a la divinidad. Una libertad para respetar los bienes y derechos más nobles de nosotros y de las personas, y jamás dañarlas en ningún sentido.

Epicuro - continuó el Sabio - pedía que escucháramos la voz amena de la Naturaleza, la que siempre detesta las vidas vacías, ansiosas de ambiciones groseras que no respetan la moral ni los derechos y bienes de los demás.

¡Interesantísimo - le dijo el Aprendiz! -; y sobre este tema, he leído que Epicuro defendía una vida de "autosatisfacción", a fin de vivir con sencillez y ejercer una "verdadera libertad". Libertad que sería imposible ejercer en el lujo, la persecución de las riquezas y del poder.

¡Así es, amigo - le contestó el Sabio! Para Epicuro, una vida en la "Autosatisfacción", que sólo se alcanza viviendo con sencillez, es la única forma de lograr el más alto sentimiento de grandeza espiritual. Una libertad ejercida fuera de la codicia, es el único camino para que podamos disfrutar de la felicidad y de la bienaventuranza.

La grandeza de alma de Epicuro y su irreprochable conducta personal, lo convierten en una estrella de luz para nuestra caótica sociedad - dijo el Sabio -. Lucrecio, el poeta romano que dedicó toda su vida a enseñar las bondades de la filosofía de Epicuro, escribió en su obra, "La Naturaleza", lo siguiente: "Ve cuán pocas cosas requerimos para proteger el cuerpo de los dolores, y bañarlo en delicias abundantes". Lucrecio se refiere a las delicias que nos da una vida simple y sencilla, alejada de todo lujo, pero disfrutando al máximo, los placeres lícitos de la Naturaleza. Y en otra parte de su poema, Lucrecio escribió: "Y la fiebre no abandonará el cuerpo, si en bordados purpuras te revuelves, más rápidamente que si te acostases en simple y tosca jerga de sayo. Para la bienaventuranza del cuerpo los tesoros y el renombre nada pueden…" y más adelante añade el poeta: "Este anochecer que asusta a nuestra alma no se destierra con la luz solar, ni con las más lúcidas flechas del día, sino con la visión y razón de las cosas".

¡Excelente lo que me has dicho de Epicuro y de su enorme admirador, el romano Lucrecio - le comentó el Aprendiz a su amigo el Sabio! Me queda claro, que nuestra sociedad de consumo tiene nuevos dioses: el becerro de oro, la codicia, el desenfreno en los placeres, la envidia, y la pérdida de la cordura y del buen juicio.

Es cierto amigo - le respondió el Sabio: los bienes más preciados para el hombre como son, la ausencia de sufrimiento, la paz espiritual, una vida simple y un respeto a la integridad y a los bienes de los demás, no caben en nuestra sociedad de consumo, que exacerba la competencia, el odio y el descontento.

Opino que no somos conscientes de que la estructura de nuestra saciedad se está desgarrando, y que de no cambiar el rumbo, el futuro del hombre está en un gravísimo riesgo. A la codicia y a los placeres desenfrenados, se añade un galopante fanatismo, prejuicios, odios raciales, discriminación por el color de la piel y la falta de dinero.

Ante este panorama de locura social, Epicuro se convierte en un guía espiritual que pretende rescatar lo más noble del ser humano.

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