Para cerrar en paz
El final de cualquier ciclo en la vida provoca emociones y reacciones en las personas. Es de esperarse entonces que cuando una relación de pareja termina se muevan muchos hilos internos. En algunos nace el enojo y el deseo (consciente o no) de dañar al ex, pero en definitiva ceder a ese impulso no traerá nada positivo.
Uno de los lazos más profundos en la existencia del ser humano es el que se construye con la pareja. En él se vierte lo mejor de los dos individuos que lo integran: su personalidad y talentos, su cuerpo y sensibilidades, sus aspiraciones y proyectos. Lo habitual es buscar la calidad y el mayor bienestar posible mediante la entrega mutua y plena. Pero las características del ideal se complementan con los datos de la realidad: en los Estados Unidos uno de cada dos matrimonios se divorcia y en México uno de cada cinco. La posibilidad de terminar el vínculo, que suele inaugurarse con enorme ilusión, está presente en todas las parejas, sin importar su condición específica.
Aunque el fin de una relación es distinto para cada persona, es común observar que muchos lentifican el proceso por engancharse en una actitud de enojo; en buscar la manera de herir al otro; una especie de venganza dado que la unión no pudo proseguir.
EL HECHO
La preparación para el rompimiento incluye los mismos pasos que la construcción de un auténtico santuario amoroso. Ambos escenarios necesitan ser saludables. En todo momento es propicio y benéfico asumir la posibilidad de separación como parte sustantiva de la existencia y de las relaciones interpersonales, reconocerla como fuente de buenas y malas noticias; aprovecharla, cuando suceda, como motivación para aprender de lo vivido y aprehender un sentido de vida renovado. El dolor y el duelo son inevitables en la pérdida, así como la alegría y la fiesta lo son en la ganancia. Los cuatro aspectos se presentan cuando se gana y también cuando se pierde, aunque sus proporciones son diferentes y el predominio es contrario.
El rompimiento en la pareja implica la percepción de ver disolverse todo lo invertido, la activación de la cara oscura de la polaridad amor-odio, y la aparición de la tristeza y el enojo, las emociones básicas asociadas a dicha condición. Esta reacción es natural y esperada en todo individuo. El ser humano tiende a sobrevalorar las pérdidas y a predecir un ambiente catastrófico. Ello incrementa la probabilidad de iniciar una guerra con batallas en diferentes frentes, ya desde la mera sospecha de que la relación de pareja se fractura.
Es muy peligroso el aferramiento como defensa asumido como propiedad, pues aparece la ‘cosificación’ del otro y la tentación de mantener todo como está, aunque sea artificialmente, con tal de no perder al ‘tesoro’ (por amado) o al ‘botín’ (por odiado), según sea el caso.
Lo cierto es que cada persona nace y muere en la intimidad de su individualidad. Todos los momentos se viven en la soledad que destruye o en la solitud que construye. Siempre encontramos al ser humano, acompañado o no, consigo mismo. Es responsable de su propia felicidad y en un sentido estricto no depende de nadie para lograrlo. Necesita una pareja, un trabajo y una comunidad, pero no esta pareja, este trabajo y esta comunidad. Diversas circunstancias pueden conducir a terminar el vínculo y se presentará el dolor, se vivirá el duelo y luego, tarde o temprano, se podrá establecer una nueva relación. ¿Por qué complicar entonces ese proceso?
UN BUEN FINAL
Centrarse en la planeación de estrategias que lastimen a la ex pareja, en buscar la manera de castigarla porque las cosas juntos ya no funcionaron, daña mayormente a quien invierte su energía en ello.
Es recomendable terminar en paz a fin de cerrar el ciclo por completo, liberar íntegramente los recursos personales y disponer de ellos para darle continuidad a la existencia. La verdad es que “sin ti, claro que sí podré vivir”, siempre y cuando se tenga la disposición para lograrlo.
El camino del rompimiento amistoso avanza por la consideración de las evidencias que muestran la imposibilidad de mantener el vínculo; la valoración de los intentos realizados para recuperar la calidad de vida y la toma de una decisión racional con el propósito de visualizar las consecuencias de acabar con el nexo o de consolidarlo. Cuando se toma la decisión de separarse, es recomendable diseñar una ruta crítica para identificar las opciones, presentar propuestas, abrir la negociación, alcanzar acuerdos, ejercerlos y supervisarlos. No dejarse envolver por discusiones que sólo redundan en desgaste. Si la pareja no puede hacerlo sola, es importante buscar una mediación.
Respectivamente se encargarán de informar y contener a su propia familia de origen. Su condición adulta necesita prevalecer, para agradecer todo aporte recibido en función de una disolución pacífica.
Cada uno es responsable de impermeabilizar el desempeño laboral y así mantener su funcionamiento máximo, tanto en eficacia como en eficiencia. De cultivar su actividad social, su diversión y su condición de salud, y así conseguir la fortaleza requerida para soportar el rompimiento e incrementar la necesaria esperanza de construir un futuro mejor.
Al darse la separación, lo asertivo es compartir los bienes y las deudas derivados del periodo juntos y aprovecharlos como base para el porvenir de cada uno.
POR EL BIEN DE AMBOS
Los beneficios de un cierre pacífico son innumerables para sus protagonistas. La gratitud valora los buenos y grandes momentos compartidos como fuentes de alegría y satisfacción; la tolerancia reconoce las diferencias y aprende de ellas; el respeto mantiene los límites saludables y abre la puerta a los mejores acuerdos; la confianza amplía sus expectativas para el mañana; la comprensión impulsa la buena administración de los recursos; la serenidad cimenta una relación cordial y predice la calidad de la corresponsabilidad; la espiritualidad ofrece un sentido profundo para la vida; y el discernimiento concreta la decisión mejor.
Una pareja en rompimiento no es la primera ni la última en atravesar semejante experiencia, pero sí es única en la manera de afrontar y resolver el conflicto. Está llamada a entregarse en la curación de las heridas y en la construcción de una mejor existencia.
Correo-e: juanmanuel.torres@iberotorreon.edu.mx