"Madre, madre sólo hay una y como mi madre, pa' mí ninguna". - María Carrasco, Madre.
Siempre pensé que escribir es un acto de liberación, perderse entre el fascinante mundo de las letras para encontrar aquellas palabras justas que expresen esa idea que se aferra a una parte de la mente. Yo escribo porque es la mejor manera que tengo para poder comunicarme, poner las ideas en orden y tratar de describir mi visión del mundo, plasmar mis pensamientos. Escribo para vaciarme, para abrirme
El día de hoy el calendario marca una fecha muy especial: el Día de las Madres. Hoy celebramos a ese ser que con su sola existencia justifica nuestra vida, la que ella creó. Desafortunadamente no todos tienen una físicamente pero seguro sí la ven reflejada en alguna persona especial: la abuela, la tía, y en algunos casos hasta el padre.
A esta figura se le han rendido miles de tributos: infinidad de canciones, muchos poemas, pinturas, cuentos, películas, desde la manera más cursi hasta tocar los temas más crudos y realistas. Al fin y al cabo existen muchos tipos de madres: la sobreprotectora, la desatendida, la violenta y la amorosa. Todas, a fin de cuentas, madres.
Si yo diera un paseo por algún lugar repleto de personas y le preguntara a cada una de ellas cuál es la madre perfecta, la respuesta sería universal: todos citarían a la misma mujer y esa sería su propia madre. Yo creo que, de una forma muy peculiar, una madre no es perfecta pero son las propias imperfecciones las que la vuelven la mujer exacta en la vida de todos nosotros. Ninguna persona ajena sería capaz de entender esa relación tan pura y tan eterna con ese ser especial. Las madres tienen ese sexto sentido que les permite reconocer toda la gama de emociones que como hijos somos capaces de sentir.
La vida no tiene un guión definido para cada uno de nosotros. Es normal tener un plan contemplado y aferrarse al camino que queremos elegir, lo más importante es disfrutar lo que se está haciendo y a las personas que se encuentran en él. No elegimos el punto de partida pero sí hacia dónde queremos llegar, tampoco elegimos a nuestra familia, menos a nuestras madres. Tenemos la opción de disfrutar a quien nos transmitió la vida, con sus defectos y virtudes, y ser agradecidos con todo lo que nos da: nuestra formación, nuestra educación y esas pequeñas lecciones de vida que nos ayudan en los caminos más difíciles. También podemos retribuirles un poco lo mucho que nos han dado y no hablo necesariamente de una retribución económica, la mejor manera de demostrarles ese amor es aplicando esas lecciones de vida para llegar a ser personas de bien.
No importa qué tan grande pueda llegar a ser en la vida, nada valdría la pena si no tuviera a mi madre para poder compartirlo. Le agradezco todo lo que me ha dado: los castigos y los regaños, los cariños y su amistad.
No soy muy bueno hablando, por eso utilizo a las letras como mi vehículo de expresión y pecaré de autoindulgente al aprovechar este espacio para darle gracias a mis madres (tengo dos, gracias a mi abuela) por todo lo que han hecho por mí y les dedico esta columna a ellas. Escribo para vaciarme, escribo para abrirme. Muchas felicidades a todas las madres en su día, que sin ustedes, simplemente el mundo no existiría.