¿Cuál es el motivo primordial para que el ser humano plasme sobre lienzo? ¿Por qué optar por la pintura habiendo tantos medios de comunicación? Quizá, sea demasiado complicado responder estas preguntas desde un solo enfoque, pero algo que resulta más que patente es que el ser humano desde su paso por las cavernas (Altamira, y Lascaux) ha dejado indicios del deseo de perdurar su experiencia en un medio gráfico. De modo que tratar lo representado con un fin mágico era común entre la población. Así que la pintura cumplía con cierto objetivo específico. La duda en cuestión sería en todo caso, ¿a qué obedece este deseo?
La historia del arte expone también la del transcurso de la pintura, los egipcios decoraban las paredes de las cámaras mortuorias con representaciones de la vida acorde al difunto. Los griegos pintaron grecas y representaciones en sus conocidos jarrones o vasos. Los primeros cristianos utilizaron imágenes para dar a conocer el mensaje evangélico. Y la constante es la utilización de este medio.
Explorar la evolución de la pintura es también explorar la evolución de la humanidad desde un punto de vista social y personal. Ya que todas las personas pasamos por un desarrollo normal artístico que ubica el dibujo aproximadamente en la edad pre-escolar y que después es relegado por otras actividades pero en quienes perdura esta actividad suelen sobresalir (Vigotsky 1930) en el plano personal implica a su vez un concepto de trascendencia que lleva directamente a la pregunta ¿para qué pintamos? El motivo puede ser la trascendencia, para algunos comprender el arte (incluida la pintura), es llevar a quien lo observa a aproximarse al punto de vista del artista, (Kandinsky 1911) un continuo armónico que expresa una necesidad de reconocimiento natural en el ser humano. Para entrelazar lo individual con lo colectivo existen teóricos que sostienen que las preferencias artísticas son producto de la evolución misma, con sólidos argumentos expresan que existen gustos semejantes en culturas distintas (paisajes abiertos con árboles, agua y animales) que provienen de la sabana y montes del África Oriental donde los homínidos se separaron de su linaje para dar paso a la evolución humana (Dutton 2009) este pasado colectivo inspira el deseo de reproducir escenas sobre el papel. También, como lenguaje la pintura recibe una especial importancia, ya que trasmite ideas y puede ser portadora de mensaje que inviten a la acción que perdura más allá de las palabras.
En una reciente visita a México, Gilles Lipovetsky plantea que nos encontramos con un capitalismo estético, que funde el arte con lo económico y lo cultural con negocios para beneficio del sistema mismo. Pero lo que se construye no es arte sino una especie de productos bien estilizados para consumidores que se sofistican cada día más.
De este modo la necesidad y el gusto se turnan para ser intención específica en diversos periodos de tiempo.
Hoy en día dentro de la región los motivos cambian, pero en opinión de una conocedora del tema la experta Linda Haro; lo que se pinta es muy diferente a lo de tiempo atrás y las composiciones resulta más viscerales, sigue en pie la abstracción que se utiliza desde el Siglo XX (con Kandinsky) donde no existe tal cual un referente visual y es lo más revolucionario que se ha visto dentro del arte moderno, ya que existe en ello una armonía general.
La funcionalidad, la belleza o simplemente el gusto por crear y admirar la pintura como medio para comunicar y sentir es sin duda parte de este motor que nos impulsa a acercarnos a ella, desde niños o ya como objeto de análisis, pero que se mantiene presente en nuestras formas de comunicación.
